—Sus padres trabajaban en el mar. De hecho, murieron allí mientras investigaban. El único deseo de ellos era que Isabel tuviera una vida tranquila, que se casara y fuera feliz. Y cuando te conoció, pensó que ese deseo se había hecho realidad: se casó contigo, tuvo un hijo. Pero Isabel nunca dejó de lado su pasión por el mar. Hay una investigación que nunca te permitió ver, sobre una medicina para salvar la vida marina. Su determinación, su calma, su fuerza... son algo que tú jamás vas a alcanzar. El hecho de que ella haya estado dispuesta a quedarse contigo en Marla ya es una gran suerte para ti, pero no lo has valorado.
Gabriel, con los ojos llenos de lágrimas, sintió un dolor profundo en el pecho, que lo atravesaba.
—Abuelo, por favor, ayúdame. No quiero que Isabel vaya a ese lugar. Treinta años... es demasiado tiempo.
Esteban suspiró, mirándolo con pena, y negó suavemente con la cabeza.
—Lo siento, Gabriel, pero no sé dónde está.
Gabriel, desesperado, se arrodilló ante él.
—¡Abuelo,