El fuego en el piso de arriba se intensificaba, mientras en la planta baja las habitaciones comenzaban a inundarse, destruyendo poco a poco el hogar que Gabriel había compartido con Isabel.
Gabriel observaba, fuera de sí, corriendo hacia el piso superior, desbordado por la situación.
El fuego en el laboratorio finalmente se apagó, pero el aire aún estaba impregnado con el insoportable olor a quemado y a humo.
Gabriel permaneció allí un largo rato, inmóvil, observando lo que quedaba de ese lugar que alguna vez fue su refugio.
Un bombero se acercó rápidamente y le habló:
—Señor Fuentes, lo que había aquí no se puede salvar. Pero lo importante es que no hubo víctimas.
Gabriel, con la mirada oscura, caminó lentamente hacia el laboratorio.
Al llegar, se encontró con un panorama irreconocible.
Durante años, él e Isabel habían luchado, trabajado, reído e incluso compartido momentos íntimos en ese lugar. Toda su historia había transcurrido allí.
De repente, Gabriel no pudo evitar preguntarse: