Capítulo veintidós: La dama de rojo.
Solía pensar que la muerte sería una salida fácil para no lidiar con todos los problemas y perdidas que había experimentado a tan corta edad, que tal vez un salto determinaría que descansaría en paz y nadie más tendría que cargar conmigo y mis decisiones, eso hasta que irónicamente estuve al borde de la muerte y entonces entendí lo mucho que deseaba vivir, aún existían un montón de cosas que no había experimentado.
¿Y mi bebé?
Solo pensaba en eso mientras escuchaba muchas voces a mi alrededor así como el sonido característico de las sirenas, el resto era confuso y ni siquiera entendía como pasé de querer llevarle flores a mis padres a casi hacerles compañía en dónde quiera que estén.
Lo cierto es que no morí, de hecho al abrir mis ojos no pude pensar en alguna otra broma con respecto a mi situación penosa porque escuchaba los gritos de David afuera de la habitación así como la voz de mi ex.
Definitivamente estoy viva — Pensé.
— ¿Que le hiciste a Jules?
— ¿Que que demonios estás hablan