—Volveré pronto —le prometió Arya, su voz era un susurro firme, más para convencerse a sí misma que a él. Sus ojos, un pozo de determinación, buscaron los de Arion. —Solo necesito un poco de tiempo para averiguar lo que está pasando. No puedo quedarme de brazos cruzados.
Arion asintió, pero el movimiento fue apenas perceptible. Un nudo frío y pesado se le instaló en el estómago, apretándole las entrañas mientras la veía cruzar el umbral, su silueta esbelta desvaneciéndose en la penumbra del pasillo. La puerta se cerró con un leve clic, y el silencio que siguió fue más ruidoso que cualquier grito, llenando la habitación con la pesada carga de su preocupación. Se quedó inmóvil, escuchando los pasos de Arya alejarse, el eco de su promesa resonando en el vacío. El mercado nocturno de Eldamar era una explosión para los sentidos. No eran solo luces brillantes, sino un caleidoscopio danzante de farolillos de papel, antorchas parpadeantes y lámparas de aceite q