Selene estaba sumida en un sueño profundo, cuando una serie de toques desesperados la despertaron. Se levantó sobresaltada y se colocó un abrigo sobre el pijama antes de correr a la puerta.
“¿Quién puede ser a esta hora?”
Un extraño presentimiento le invadió el pecho y un escalofrío recorrió su piel. Su mente trataba de procesar lo que podría estar sucediendo mientras se asomaba por el mirador.
—¿Quién es? —preguntó con voz temblorosa al ver a dos agentes de policía.
El teniente Ricci, un hombre de cabellos grises y mirada seria, fue el primero en hablar.
—Señora, tenemos malas noticias. Su marido ha muerto.
Las palabras parecían sacadas de una película de terror. Selene sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Todo fue inesperado, un torrente de emociones le abrumaron.
—¿Qué... qué sucedió? —tartamudeó, mientras sus pies vacilaban.
—Fue una terrible explosión, señora. Hay cadáveres de varias personas, vecinos del edificio. Necesitamos que nos acompañe para formular alguna