Casi una hora después ella había dejado de llorar, parecía encontrarse demasiado débil para impedir que limpiase sus lágrimas y la acostase en la cama.
Me levanté de la cama y acaricié con la yema de sus dedos su rostro, aterrado de no volver a verlo jamás.
Dejé caer mi mano tan pronto como me percaté de que debía marcharme y dejarla ir, a pensar que eso me rompiese el alma, no podía aferrarme a ella, a pesar de que sabía que eso me destrozaría. Ella no se merecía a alguien como yo a su lado, merecía mucho más.
Siempre lo supe, ella era una persona tan pura… tan inocente, no merecía que nadie la hiciese ll