—Confirma con los promotores del Cabernet que deben quedarse en la estación tres, no en la dos —instruí a Lisa, mientras ajustaba el pequeño broche con el logo de Valle del Sol en mi blazer azul marino.
El salón del evento estaba impecable. Las luces indirectas creaban una atmósfera sofisticada, destacando los displays de vinos y los infográficos sobre el proceso de producción de la vinícola. Los primeros invitados llegarían en diez minutos, y mi equipo se movía con eficiencia coordinada, haciendo los ajustes finales.
—Zoey, Eduardo quiere hablar contigo en el lobby —dijo uno de los asistentes, pasando rápidamente por mi lado.
Encontré a mi jefe cerca de la entrada principal, ajustándose nerviosamente la corbata. Eduardo Méndez era un hombre de cuarenta y pocos años, con una energía constante que hacía difícil quedarse quieto cerca de él.
—¡Ah, Zoey! —Su rostro se iluminó al verme—. Está todo perfecto. Superaste mis expectativas una vez más.
—Gracias. El equipo trabajó duro.
—El