La pregunta de Giuseppe flotó en el aire, pesada como plomo. ¿Realmente lo ama? Cuatro palabras simples que me dejaron sin aliento, como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago.
Mi mente giró en un torbellino de pensamientos. Mentirle al abuelo de Christian sobre nuestro primer encuentro era una cosa, pero ¿declarar amor? Eso era diferente. Más profundo. Más íntimo.
Abrí la boca, pero no salió ningún sonido. Las manos empezaron a sudar, y sentí el peso de la mirada intensa de Giuseppe sobre mí, esperando una respuesta. ¿La verdad? No, no amaba a Christian. ¿Cómo podría? Nuestra relación era una farsa, un acuerdo de negocios disfrazado de romance. Pero entonces...
¿Por qué las imágenes de él acostado a mi lado durante la tormenta aparecieron en mi mente? ¿Por qué recordé la vulnerabilidad en sus ojos cuando habló sobre Francesca? ¿La manera como sus manos sostuvieron las mías cuando confesó que había crecido prácticamente solo?
—Abuelo —intervino Christian, su voz calmada rom