—Pero... yo soy su empleada.
—Empleadas. Amigas. Lo que sea. Si fuera solo una obligación, te habría metido en el mejor hospital con seguridad privada y te habría asignado a un guardaespaldas en tu propio apartamento, pagando la cuenta por la culpa de su hermano Velik.
Masha se acercó un poco más a la barra.
—El señor Volkov no lleva a la gente a su espacio personal. No trae una mochila con ropa. No llama a su doctora personal en un fin de semana a las siete de la mañana. No cancela sus negocios para sentarse en una silla a verte dormir.
Ariadna tragó saliva. El té se enfrió en sus manos.
—No entiendo a dónde vas con esto.
—Lo que te pasó es grave. Es un mensaje. Sí. Pero la forma en que él reaccionó, niña, no es por negocios. Él está enojado. Muy enojado. No por el dinero, sino porque alguien se atrevió a tocarte. En su mente, tú eres ahora su responsabilidad, y no solo porque su hermano te haya involucrado, sino porque tú eres importante para él.
—No. No lo soy —negó Ariadna, demasi