El Santuario Forzado
Día ocho. 11:00 AM. Cabaña Remota, Montañas de Vermont.
Valeria había conducido durante casi un día entero, la distancia siendo su única forma de penitencia, había elegido una cabaña de madera en lo profundo de las Montañas Verdes, un lugar sin señal celular ni presencia digital, el epítome de la disolución operativa, el entorno, tranquilo y cubierto de niebla, contrastaba violentamente con el caos que había dejado en Manhattan.
Sentada junto a una chimenea fría, con el último ejemplar del New York Times arrugado a sus pies, Valeria finalmente se permitió la rendición mental, la misión estaba completa, pero la paz que había buscado era elusiva, había honrado a su padre al destruir a Leonardo, pero había profanado su propia ética al traicionar a Javier, el músculo moral que la había impulsado a la victoria ahora se había atrofiado, dejando un vacío doloroso.
Sostuvo el fragmento de mármol en sus manos, su textura fría y áspera era la única constante en un mundo que