El Renacimiento de la Máquina Fría
Día siete. 5:15 AM. Apartamento de Valeria. Lado este de la ciudad.
Valeria se levantó del suelo de mármol, su cuerpo rígido, el recuerdo de su padre había actuado como un violento catalizador, no la había ablandado, la había endurecido hasta la fractura, ella ya no era la Doctora Serrano, la máquina de lógica pura y protocolos de QHI, esa versión de sí misma había colapsado bajo el peso de la traición a Javier.
Lo que emergió fue algo más peligroso: una criatura impulsada por un instinto de supervivencia primario, envuelto en el frío manto de la razón, era la fusión tóxica de la desesperación de Valeria Veras con la eficiencia letal de la Doctora Serrano, sin la atadura de la moral.
Se dirigió al espejo, no vio a la mujer que había llorado en el suelo, sino a la predadora que había aceptado su destino, el rostro no mostraba arrepentimiento, sino una resignación helada, había cruzado el Rubicón ético, y ahora, cada movimiento debía ser dictado por la