Día dos. 12:15 AM.
Valeria regresó a su oficina ejecutiva, el ascensor privado la depositó en el piso de la sede con el mismo silencio con el que la había recogido, la atmósfera aquí, de cristal y tecnología inerte, era bienvenida, era un espacio donde las emociones estaban prohibidas por el contrato, no por la memoria.
Se sentó frente a sus monitores, el cuerpo aún tenso por la proximidad forzada con Leonardo y la confrontación con el tablero de ajedrez, su mano se abrió, liberando el fragmento de mármol que había apretado hasta el punto de sentir pulsaciones, pequeñas medias lunas rojas marcaban la piel de su palma, el dolor físico había sido su salvavidas contra el asalto de los recuerdos, había quemado el recuerdo del juego de ajedrez, transformándolo de un símbolo de amor en una mera coordenada de vulnerabilidad en el mapa mental de Blake.
Ahora, la Doctora Serrano estaba sola, y la adrenalina de la coartada técnica debía ceder ante la precisión quirúrgica de la infiltración real