Capítulo 94.

Capítulo 94.

Narrador omnisciente:

Las sirenas cortaban la calma de la noche cuando varias patrullas se detuvieron frente a la casa. El resplandor azul y rojo de las luces policiales iluminaba la fachada, reflejándose en los ventanales cerrados. Gabriela, con Adrián en brazos y los ojos aún húmedos por el llanto, apenas podía coordinar sus pensamientos. El bebé lloraba desconsolado, ajeno al peligro que acababan de vivir.

Jorge yacía en el suelo del salón, con la camisa empapada de sangre. Aún respiraba, pero el dolor le arrancaba gemidos sordos. Arturo, firme, mantenía la pistola a un lado y observaba la escena con expresión controlada, como si hubiera calculado cada movimiento antes de ejecutarlo.

La puerta se abrió de golpe y dos agentes irrumpieron, armas en mano. Uno de ellos gritó:

—¡Policía! ¡Qué nadie se mueva!

Gabriela levantó un poco los brazos, sin soltar al niño, para mostrar que no representaba amenaza alguna. Arturo ya había guardado su arma dentro de la chaqueta,
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