Capítulo 37.

Capítulo 37.

Llevaba días fingiendo estar enferma. Era lo único que me quedaba. Me pasaba horas en la cama, con la persiana medio bajada. A veces las náuseas eran reales. Otras las exageraba para distraer a Jorge. No quería que empezara a sumar los síntomas ni a hacer preguntas. No estaba yendo a ningún médico. No tenía ningún tipo de control prenatal. Y cada día me sentía más vulnerable.

Jorge seguía con su nuevo papel de hombre atento. Me traía infusiones, me preguntaba si quería ver una película, me ofrecía masajes. Todo eso me ponía más nerviosa que si directamente me gritara. Porque esa amabilidad forzada era solo la antesala de algo.

Una tarde, les pedí a los de seguridad que me llevaran a ver a María. Como siempre, llamaron a Jorge para pedir permiso. Lo concedió sin protestar. Al llegar a casa, María me recibió con un abrazo fuerte, de esos que te sanan el alma.

—Estás muy pálida —me dijo en cuanto me vio.

—No he podido comer casi nada. Todo me da asco.

—¿Y el bebé?

—Su
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