La Ofrenda de Paz y la Duda
El aire de la sala de juntas se sentía más pesado que nunca. Ariadna se alejó, dejando a los tres lobos en su tensa estela. Lyra, Elías y Kian, cada uno con su propia agenda, cada uno atrapado en la telaraña de sus propias mentiras. Ariadna se sintió más sola que nunca, y a pesar de la rabia que la consumía, una parte de ella sentía un dolor punzante. Las palabras de Elías, su súplica, la habían tocado. ¿Una ofrenda de paz? ¿Qué significaba eso? La confusión la atormentaba, una tormenta de emociones que se agitaba en su interior.
Salió del hotel, el aire de la calle era frío. El silencio de la noche londinense era un alivio para el ambiente enrarecido de la sala de juntas. Su mente era un torbellino de pensamientos. Lo había visto. Había visto a Elías y a Carlos. Los había visto hablar. ¿Y ahora, una ofrenda de paz? ¿Una demostración de amor? ¿Qué clase de juego era este? No podía confiar en nadie. No podía confiar en Elías, el hombre que le había mentido.