Hace 30 años...
El sol de la tarde filtrándose por los grandes ventanales de su oficina en Vega Botánica pintaba de oro las estanterías repletas de frascos y extractos. Era un aroma familiar y reconfortante: la mezcla de tierra húmeda, hierbas secas y el dulzor de las flores. Para Elena Vega, ese olor era el perfume del éxito, la esencia misma del legado de su familia que ella había cultivado con tanto esmero. Con el ceño fruncido por la concentración, revisaba un informe de ventas, sus dedos ágiles recorriendo las cifras, cuando una sombra inesperada se proyectó sobre el papel.
Levantó la vista y el mundo pareció detenerse.
Frente a ella, una figura imponente y poderosa, el reflejo de una luna sombría en un día soleado. Oliver Thorne. Era el mismo hombre que la atormentaba en sus sueños y la desafiaba en la vida real. Habían pasado años, pero él no había cambiado, seguía siendo un lobo alfa con la mirada de un depredador y una belleza tan peligrosa como el filo de una navaja.
—No esp