Es confuso lo que me haces sentir, las oleadas de placer que estremecen a mi alma adicta a ti.
Amelia
Suspiro exhausta al tiempo que caigo de espaldas sobre el mullido colchón. Confieso que odio este matrimonio, pero amo el sexo, es increíble. Sigo sin entender que es lo que me sucede, se supone que Sebastián es el último hombre en la tierra con el que querría tener algo, pero aquí estoy, recuperando el aliento mientras el sudor resbala por mi piel y su semen escurre de mi entrepierna.
Nos quedamos en la cama, envueltos en las sábanas de lino egipcio, cada uno ocupando un espacio, no hay romance entre nosotros, no me apoyo en su pecho luego de terminar, ni él acaricia mi cabello, no busco ternura en sus caricias ni él en las mías. No, nos interesa. La tela se siente suave contra mi piel, aún ligeramente erizada por el orgasmo que Sebastián me provocó hace unos minutos, observo a mi esposo salir de la cama sin nada que tape su cuerpo, sabe que tengo los ojos puestos en él. Y lo disfrut