Melancolía, sí, quisiera que fuera algo más.
Amelia
El aire en el restaurante es acogedor y romántico, y Sebastián lo hace aún pesados con sus atenciones. Cenar anoche en el bistró fue mucho más sencillo, no me sentía como me siento ahora. Me concentro en la vista de la ciudad que se extiende ante nosotros llena de luces brillantes y una suave brisa fría que me acaricia la piel. A mi espalda, el sonido de conversaciones susurradas y risas suaves me hacen consciente del presente y a pesar de la belleza que nos rodea, me siento completamente perdida en mi propia cabeza.
El día se pasó lento, como si el minutero se negara a avanzar en el reloj. Como si el tiempo estuviera empecinado a mantener viva la sensación que me invadió al ver la facilidad con la que Sebastián accedió a mi propuesta. No vi ni una pizca de duda en su mirada, su voz no se tambaleó al decir que lo consideraba razonable. Y sí, era… es exactamente lo que quiero, pero siento frustrada.
¿Por qué diablos me molesta tanto?