Desperté con la cabeza latiendo y una sensación de pesadez en el cuerpo. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, y, al girarme, vi a Demon abrazándome, con una expresión de paz en su rostro. La noche anterior había sido pura locura, y ahora, la resaca se hacía evidente.
—¿Qué hora es? —murmuré, tratando de recordar los detalles de la noche.Demon entreabrió los ojos y miró el reloj en la mesita de noche.—Ya es tarde —dijo, su voz rasposa y suave. —Nos hemos pasado de la hora.Me incorporé rápidamente, sintiendo un mareo que me hizo tambalear un poco.—¡Miu y Ares! —exclamé, recordando que habíamos planeado salir todos juntos. Pero al mirar a mi alrededor, la idea me dio pereza.—Creo que lo mejor es que descansen un poco —respondió Demon, estirándose y sonriendo con complicidad. —Además, tenemos un viaje a Seúl esta noche.En ese momento, la emoción de la aventura reemplazó un poco la incomodidad de la re