CAPÍTULO 32: MALDICIONES ENTRE COPAS
Derek
La mansión está en completo silencio cuando entro, pero dentro de mí ruge una tormenta que no puedo aplacar. Me quito la chaqueta de un tirón, la lanzo al suelo y pateo una de las sillas del salón con tanta fuerza que termina estrellándose contra la pared. Maldigo en voz baja, en voz alta, entre dientes. Maldigo su nombre y el mío. Maldigo el hecho de que aún la piense aunque me haya mentido, aunque me esté negando a mi hijo.
Voy directo al bar. Me sirvo un whisky, luego otro, después ya no cuento.
El alcohol baja por mi garganta como fuego líquido, pero no es suficiente para quemar la rabia ni calmar el temblor que tengo en las manos. ¿Cómo se atreve a decir que no es suficiente, cuando me grita con los ojos que aún me pertenece? ¿Cómo puede negar que es mi hijo con esa frialdad, cuando toda la realidad grita que es la mentira más grande que me ha dicho?
Empiezo a pensar que en realidad sí me engañó. Y tal vez se aprovecha de su embarazo y d