La sorpresa se dibujó en el rostro de Regina, mientras un escalofrío recorrió la columna vertebral de Wiliam, ambos abrieron los ojos y se alejaron con violenta rapidez. Regina se llevó el antebrazo al rostro y cubrió sus labios.William no sabía qué decir, fue como si una roca reemplazara su lengua y le impidiera hablar, quería disculparse y al mismo tiempo no quería hacerlo. Una chispa se había encendido en su interior con ese simple roce y…—¡Santo Dios! —exclamó Regina, siendo la primera en recuperar el habla y salir de su estupor. La mujer se alejó otro poco mientras su rostro se mostraba sonrojado—, lo siento — expresó escandalizada.Regina sentía que el corazón le latía muy fuerte dentro del pecho y que el aire empezaba a faltarle debido a la impresión, así que, se las arregló para tranquilizarse y evitar morir de vergüenza delante de William.—Ha sido culpa mía, Regina, cálmese —le pidió, apretando el pedazo de tela entre sus manos. William no sabía cómo disculparse, había si
Regina entró a su habitación, dejó a Dash sobre la dura cama, se encargó de cambiarle los pañales, lo limpió muy bien con un poco de agua tibia y luego lo vistió, listo para ir a la cama. Había tranquilidad y serenidad en sus actos, pero estaba lejos de sentirse de esa manera, ella no podía olvidar el roce de los labios de William sobre los suyos y de manera inconsciente se llevó los dedos a la boca.—¿Está bien, mi señora? —preguntó Serafina al verla pensativa y tan quieta como una piedra.—Me hubiese gustado conocer al príncipe —dijo, moviéndose ligeramente hacia la ventana. —No me parece que sea un buen hombre —comentó Serafina, recordando la voz de enfado del hombre que gritaba a todo pulmón el nombre de Jack.—¿Cómo lo sabes, si no lo has visto? —cuestionó Regina, girando para ver a la doncella encogerse los hombros.—Gritaba a todo pulmón, parecía molesto —dijo.Regina se mordió el labio y asoció la molestía del príncipe con la desaparición de William, ¿y sí estaba molesto p
Después de los saludos ceremoniosos ante la llegada de los monarcas, todos entraron al castillo. William observaba a sus padres, mientras estos susurraban algo, antes de hablar. —Sus Majestades, ¿qué los ha hecho volver antes de tiempo? —preguntó Raymond, manteniéndose de pie a uno de los costados de la sala familiar. —Raymond, no tenía sentido el quedarnos más tiempo, las conversaciones y reuniones salieron a la perfección, las cosas fluyeron más rápido de lo esperada y acá en casa nos necesitan, la boda de William será pronto y Elizabeth quiere estar al tanto de todos los preparativos —explicó el rey, mientras agarraba la mano de su esposa y la miraba con cariño. —No olvides decir que has tenido algunos quebrantos de salud, querido —habló la reina en voz baja, pero fue escuchada por los tres hombres. —¿Estás enfermo, padre? —preguntó William con notoria preocupación. —Solo han sido unas leves molestias, hijo, no te preocupes por eso… —le dijo el rey, sin embargo, William lo obs
William respiró profundo, no se había imaginado que sus padres desearían convertirlo en rey antes de tiempo, de por sí, eso era algo que le preocupaba, como para que ahora tuviera que serlo un año antes de lo esperado. —No creo estar listo —susurró, abrumado por el deseo de sus padres. —Hijo, uno nunca se siente preparado, pero cuando te conviertas en rey, te vas a dar cuenta de que sí sabes lo que haces. Así me pasó a mí —comentó el rey con diversión. —En estos últimos meses del mandato de tu padre puedes aprender todo lo que te haga falta, por eso no deberías preocuparte —dijo la reina, quitándole peso a las preocupaciones de su hijo. —También puede aprovechar sus últimos meses de soltería, mujer. Después de casado, con hijos y un reino a su mando, no podrá volver a hacer las cosas que un joven como él hacen —propuso el rey con una sonrisa, que William agradeció, aunque su madre negó por las palabras de su marido. —Te tomaré la palabra, padre —respondió William, mientras be
—¿No? —Jack frunció el ceño ante la abrupta respuesta de Regina, también estaba asombrado, pues imaginaba que ella aceptaría, porque el material no era liviano.Regina tragó el nudo que se le formó en la garganta y se lamentó su reacción, pero tenía miedo de que alguien más, aparte de William, supiera sobre la existencia de la casita.—Perdone mi reacción, Jack, quizá es solo un capricho mío, pero me gustaría que cuando vean la huerta, sea un bonito espectáculo, ahora solo es tierra.Jack escuchó la excusa de Regina, no le parecía del todo válida, pues llevar materiales no era exponer nada del resultado, pero tampoco lo pensó mucho, pues si el deseo de la mujer era ese, él no la iba a contradecir. Tal vez en otra oportunidad ella se dejara ayudar y con gusto lo haría. —Está bien, no se preocupe —dijo, no entendía, pero tampoco tenía intención de pedirle explicaciones, sobre todo, porque deseaba ver a Serafina antes de marcharse.—Gracias, Jack —susurró.Jack asintió y procedió a baja
Regina no se dio cuenta del momento en el que se quedó dormida, con Dash a su lado y solo se despertó cuando escuchó la puerta abrirse. El ruido la sobresaltó, su corazón se agitó dentro de su pecho casi con violencia, estaba del lado contrario de la puerta y no había manera de conseguir ver al intruso. Se movió ligeramente y entonces se giró y lanzó sobre la sombra que deambulaba en la habitación.—¡Aah…! —gritó Serafina, cuando su cuerpo fue impactado por Regina, eso la hizo tropezar y caer sobre la cama.—¿Quién eres?—¡Soy yo, mi señora, Serafina!Regina se apartó con rapidez, pues la aplastaba con su peso.—¿A dónde has ido a esta hora? —preguntó, sentándose a la orilla de la cama, viendo a su doncella vestida con la misma ropa de esa mañana—. ¿Vienes de las caballerizas?Serafina apretó sus enaguas, estaba nerviosa y sus mejillas le quemaban, era una suerte que los rayos de la luna que se colaban por las rendijas, no iluminaran la habitación.—Sí, vengo de las caballerizas.Regi
El cuerpo de Regina se sacudió, mientras las primeras arcadas le hicieron vomitar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su rostro demacrado solo era el resultado de su estado. Estaba embarazada, esperaba un hijo de Henry. Un traidor del reino de Astor y que estaba muerto.Regina quería morirse, estaba deshonrada para cualquier hombre, su padre apenas le dirigía la palabra y la tenía encerrada en las cuatro paredes de su habitación para que nadie pudiera ver su lamentable estado.Desde que volvieron del castillo real, todo cambió. Su padre no dejaba de recordarle en cada oportunidad que tenía, lo que había hecho. De cómo él había mentido para salvarla; de cómo por su culpa, se había comportado de manera desleal a su Rey.Haciéndole recordar que Henry y ella…—No, no, no —se lamentó cuando fue presa de una nueva arcada, su garganta ardía, llevaba dos días así y esa misma mañana el médico le había confirmado sus temores. Su padre había pagado una generosa cantidad de dinero para que el médi
El cuerpo de Regina temblaba como una hoja mecida por el bravo viento, no podía evitarlo mientras miraba su imagen en el espejo. Estaba vestida de novia, en unos pocos minutos iba a convertirse en la esposa de Lucio, dejaría de ser la hija del Conde de Norwood y se convertiría en Regina MacKay. Tenía un cúmulo de emociones atoradas en la garganta, quería gritar y renegar su suerte, pero sabía que nada podía hacer para evitar lo que estaba por venir.Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, cerró los ojos y recordó lo que había sucedido tres días atrás.«—Tienes que afrontar las consecuencias de tus actos, hija. Este es el precio de la traición, Regina. —Norwood liberó los brazos de Regina y se alejó de ella, posó sus manos sobre la columna, su cabeza cayó hacia adelante, cualquiera que lo viera desde el jardín, pensaría que estaba sufriendo una gran tristeza y así era. El Conde sufría igual o más que Regina, pero nada podía cambiar el destino que ellos mismos eligieron.—Ve, Luc