48. Una boda especial
Poco a poco los sirvientes se fueron a sus habitaciones y Saint Bartolomé se sentía más silenciosa, pero la cocina era todo lo contrario, pues Regina y Serafina no dejaban de preguntar todo lo de la boda. La primera, porque no estaba acostumbrada a bodas realizadas de un día para otro, pues todas a las que había asistido demoraron meses para ser preparadas, hasta la suya propia tomó varios días para oficiarse con más lujos de los que hubiese querido; y la segunda joven, porque no podía creer que se fuera a casar antes de que el sol se volviese a poner en el horizonte.
Dash dormía tranquilo en los brazos de William y a Regina le encantaba ver esa imagen ante sus ojos. Sabía que su hijo era querido y cuidado de forma sincera.
Cuando el canto de las ranas se silenció en el exterior de la casa, los cuatro supieron que era momento de irse a descansar. Jack se ofreció a acompañar a su prometida y esta no se negó, era el único instante del día en el que estaban solos y, también dejaban a Wil