En las sombrías calles de la ciudad, Zarya emerge como la nueva líder de la mafia roja. Su belleza es tan letal como su astucia, y su apodo, “la serpiente rusa”, se susurra con temor en los oscuros pasillos del crimen organizado. Pero bajo su fachada de poder, Zarya oculta secretos que podrían desmoronar su imperio. El comandante Bennett Evans, de ojos negros y líder del comando alfa del ejército inglés, está decidido a atrapar a la misteriosa Boss. Sin embargo, lo que no sabe es que su corazón ya está atrapado por ella. En una relación clandestina, Bennett se entrega a la pasión sin sospechar que su amante es la misma mujer a la que persigue incansablemente. Cuando los hilos del pasado se desenredan, la traición y el deseo se entrelazan en una danza peligrosa. ¿Podrán Zarya y Bennett superar sus diferencias y encontrar el amor bajo la condena que los rodea? ¿O sus secretos los separarán para siempre? En un mundo donde la lealtad y la pasión se enfrentan, ellos se sumergirán en un torbellino de emociones, donde cada elección podría sellar su destino.
Leer másNarrador Omnisciente
En un mundo donde el peligro y la lealtad se entrelazan como hilos de acero, el comandante del comando Alfa desciende en un helicóptero con la autoridad de un dios vengador. Su presencia es una sentencia para aquellos que se atrevan a cruzar su camino. Temen y admiran al mismo nivel al hombre por el cual fueron citados en esa pista. La central está en caos, los pasillos llenos de oficiales que tiemblan ante su llegada. Algunos lo admiran en silencio, mientras que otros lo temen como al mismísimo diablo. Nadie se atreve a hablar, a preguntar cuándo llegará, porque el simple rumor de su nombre hace vibrar sus piernas. Las aspas del helicóptero zumban en el aire, y todos se posicionan como piezas de ajedrez en un tablero mortal. El prisionero de la última misión se escapa, y los oficiales corren tras él. Pero la misión es atraparlo vivo, y el fugitivo salta por una rejilla, deslizándose hacia la parte trasera del edificio. La alarma suena, y los oficiales dudan: ¿atender al helicóptero que aterriza o al criminal que se escabulle? El fugitivo escala un muro, cortándose con las cuchillas, pero sigue corriendo entre las avionetas. La puerta del helicóptero se abre, y todos contienen la respiración. El comandante baja, seguido de la mujer pelirroja, con el tercero y cuarto del equipo. Pero el comandante no se detiene en los saludos. Sus ojos se clavan en el fugitivo, que se arrastra entre las aeronaves sin que nadie lo note. El comandante regaña a todos, furioso por su descuido. Arrastra al fugitivo por el asfalto, dejando una línea de sangre tras ellos. El oficial al que se le escapó recibe un puñetazo en la nariz, y el comandante sigue su camino hacia la oficina. —Bola de incompetentes. —manifiesta. Tiene un objetivo y solo lo están retrasando con sus fallas. Las miradas se posan en él, mezcla de atracción y miedo. Es una leyenda entre las leyendas, un hombre que ha dejado su huella en cada rincón del ejército. Abre la puerta de su oficina, ignorando las canastas de bienvenida. No tiene tiempo para las formalidades. Su objetivo es claro: sacar a los criminales de la guarida, sin importar si conoce sus nombres o no. Es el comandante del comando Alfa, y su condena es la lealtad a su deber. Comandante Bennett Evans, un nombre que resuena en los pasillos de la central como un eco de temor y respeto. A sus 26 años, ha dejado su huella en la historia, desmantelando clanes, aprisionando a sus integrantes y reduciendo sus guaridas a cenizas. Nadie olvida su rostro, ni el rastro de destrucción que deja a su paso. Teclea su clave, accediendo a los archivos, vídeos y fotografías recopiladas por los infiltrados. Los desaparecidos, aquellos que se atrevieron a espiar al nuevo korol de la mafia rusa. Sus métodos han evolucionado: más sanguinarios, más complejos. Mejores. El tipo que atrapó es uno de los capturados y ya sabe cómo lo hará hablar en cuanto averigüe en donde lo tienen. El comandante apaga el computador y se dirige a la sala. Generales, tenientes, oficiales y capitanes se ponen en pie al verlo llegar. Su presencia es una sentencia, un recordatorio de que están en el mismo juego que los criminales. El coronel Thompson le saluda, y el comandante exige información. El cambio de mando es real, pero el nuevo korol es un enigma. Los infiltrados han desaparecido, el rastreo fue desactivado y toda información eliminada. Solo queda una foto: un abdomen femenino con una serpiente tatuada o cicatrizada. Nadie conoce a alguien así. —¿Es todo? —juzga con enojo ante todo el material que tiene para trabajar. —Nuestros esfuerzos han dado… —Han servido para un carajo por lo que se puede ver—establece mirando la fotografía de nuevo—Pero haré mi trabajo, ya que ustedes no saben hacer el suyo. Los presentes lo miran enojados, pero nadie se atreve a contradecirlo. El comandante Evans mantiene la compostura, pero su determinación es una condena para aquellos que se cruzan en su camino. Cinco meses, y aún no tienen nada. Él no quiere lástima, quiere resultados. No son diferentes de los criminales; solo una placa los separa. La estupidez de buenos contra malos no les sirve. Él continuará con su equipo, sin temor a admitir lo que son. Sus técnicas surten efecto y con el informante en el suelo, ya tiene una dirección. —Kelly. —llama por el intercomunicador a la pelirroja. —Consigue una orden para entrar a un club. —señala mirando el lugar en el que varios de los que desaparecieron, tuvieron una visita alguna vez. El uniforme lo espera y con la máscara oscura se mueve hacia la salida yendo al sitio en el que espera dar con algo que lo ayude a terminar con la identidad oculta del nuevo líder de la mafia rusa. El estallido manda a todos al suelo, mientras por el sitio la estampida de militares se despliegan, causando un sinnúmero de gritos de quienes obliga a salir, ya que no le sirven. Pero nada los detiene porque al reducir a todos los que pudo al fin se mueve en búsqueda de lo que necesita. Un informante. Pero todos los que le llevan son descartados de inmediato por él. —¿Tiene a alguien en mente?—pregunta uno de los oficiales y él no contesta, teniendo como opción "hablar" de nuevo con el informante, quien no sólo va a recibir sus gritos despotricando en su contra, pero su idea desaparece al ver que uno de sus hombres trae a una mujer del brazo. La electricidad recorre su cuerpo. Aunque eso no tiene sentido. Pero es lo que siente, comenzando a creer en lo paranormal, sin embargo no se detiene en su intento de acercarse, hasta tenerla frente a frente. “El azul será la condena que te hará doblegar.” Una vez alguien le dijo eso y si ese color era el peligro para él, debía mantener su distancia con la mujer que lo veía con curiosidad también. Reflejaba dulzura, pero era justo el problema. Siempre desconfiaba de aquellas que mostraban eso. Pues no había forma en la que hubiese un azul más intenso en una mirada, ni inocencia más grande que la de esa mujer. La inocencia en su vida había resultado más peligrosa que cualquier otra cualidad.Bennett. —Soy más de invertir en bienes raíces que en las compañías en picada. —comento. —Se corre riesgo de invertir en algo que inevitablemente se vaya al piso y las pérdidas no se puedan recuperar. —En cuestiones de compañías es más habitual invertir en las que tuvieron éxito en un intervalo de un año, se pueden recuperar. —me dice Damien. —Buen ojo. —Tú siempre apuestas por negocios muy riesgosos. —le dice Zarya. —No sé cómo encuentras tantos desesperados en busca de inversores. —Se hallan más en clubes. —escucho al escorpión. —Son los que más apuestan, piden alcohol del barato y se ven con aspecto de no dormir durante días. —O su mal actuar, endeudándose con dinero que saben no podrán recuperar. —añado. Ni siquiera sé cómo demonios la conversación sigue en la que se incluyen otros, perdiendo totalmente la noción del tiempo en el que las preguntas sobre unos cuantos empresarios surgen. A algunos los conozco y doy mi opinión sobre lo que podría servir, mientras el escor
Bennett En mi niñez siempre me vi solo, las salas eran grandes, pero no había más que un sirviente dispuesto a lamer mis pies si se lo pedía. Nadie más. Al morir mi madre, Joseph se hundió en su despacho ignorándome por días en los que solo coincidíamos por mera casualidad. Las pocas veces que nos encontramos se le iba la lengua de más hasta quedar dormido, mientras regresaba a mi dormitorio a lo mismo, soledad.Con su muerte me dejó peor. Ni siquiera tenía a un fantasma cerca. Mis tres marcas son un gran incentivo de no ser así con ellos. Por más que quiera dejar de verlos no puedo, son tan magistrales que le genera un cierto peso a mis hombros cada vez que estoy frente a ellos. Sumado a eso vienen consigo la familia extensa que tienen, no dejan de estar pendientes de ellos por cualquier cosa. Lo que me indica que no estarán solos si les llego a faltar, esa es una de las razones por las que tolero a todos. No está en mis planes pero todo puede pasar. Sobre todo con las nuevas am
DamienLa plenitud que siento de estar frente a ella es asombrosa, una brisa golpea mi rostro con una imagen fascinante que me obliga a no desear dejar de verla. Es hermosa. Con sus ojos azules y sonrisa calienta mi corazón al grado de creer estar frente a una chimenea en una noche helada, pero entiendo perfectamente que no se trata de eso sino de la personita frente a mí. El olor a bebé que tiene me gusta sentirlo cuando toca con su mano pequeña mi mejilla, soltando esas risas divertidas que me hacen seguirla. Tiene rasgos de su madre muy marcados, sumados a los de mi padre que no pierde oportunidad para recalcar lo preciosa que se ve. Dante puede ser todos los calificativos que usan para describirlo, pero con los nietos pierde la postura.Como dice él, son la forma de la vida para decirle que su sangre no es de las débiles. Se siente orgulloso por ello. Dejo que Tamara se mueva sobre sus rodillas, alcanzando el moño rosa que vuelve a lanzar, entretenida con lo mismo de nuevo. Par
Zarya Le coloco la camisa a la copia de Bennett, quien es más silencio que calma, lo que no deben confundir porque siendo una miniatura ya tiene los mismo gestos de su padre. La fotocopiadora Mikhailov me dicen. Hago lo mismo con los otros dos escuchando las anécdotas de Leska, en lo que me hago cargo de mis pequeñas marcas. —Tú haz lo que tanto te gusta, Leska. Que si decides ser monja también te vamos apoyar. —le recuerdo. —Mi papá sería el más gustoso de que sea monja. —se ríe. —Pero seré teibolera, ese es mi sueño. —¿Que serás qué cosa? —volteo para ver a mi padre parado en el marco de la puerta con los ojos clavados en su hija menor. —Una teibolera. Ya estoy ensayando y tengo tres propuestas en las que la paga es muy buena. —contesta ella hundiendo los hombros. —Haré crecer mi patrimonio con esa profesión que debo decir deja mucho sabiendo aprovechar. —Haberlo dicho antes, así cancelo todas los pagos que se harían a tu universidad. —se molesta Dante con cara se
ZaryaMeses después...Mi cuerpo sufre la más exquisita ola de placer que se extiende por mis extremidades, no puedo controlar mis jadeos ni las manos que se pasean por los pectorales del comandante. El aire frío de la mañana me vuelve más susceptible a las caricias calientes y la boca tibia del hombre a quien monto. Mi espalda se arquea, mientras mi cabello le baña la piernas y sus labios merodean mis pezones erectos, en lo que cabalgo la verg@ que me abre por completo. Mis piernas tiemblan, mis jadeos no los puedo calmar y sinceramente no quiero callar el placer que el maldit0 del comandante me está dando. Reclama mi boca con ímpetu, dando esas estocadas feroces que me ponen a vibrar. Me enamoré del infeliz más perverso del mundo, de ese hombre que besa como un demonio y tiene fuego en la mirada, ese que es un pecado que exista siquiera, pero disfruto el infierno que creamos juntos. —¡M@ldición, Zarya! —sisea con lentitud en lo que me muerde los pezones con rudeza, sin soltarme
Bennett Con el cuerpo adolorido, las heridas sangrando y los puños ardiendo debido a la reciente misión, me arranco los auriculares para no perder tiempo. La herida de mi costado duele con cada movimiento que hago y los pies los tengo cansados, sin embargo; nada me va a detener, no lo hizo cuando el aviso llegó y no lo hará ahora.Ni toda la sangre que tengo encima puede quitarme el afán que tengo de llegar. Taddeo aterriza en la azotea de la casa, pese al mal estado del tiempo que complicó mi transporte desde Italia hasta aquí, pero el aviso que me lanzó el dichoso programa me tiene con el corazón disparado. Bajo los escalones de cuatro en cuatro con Aarón y Taddeo atrás de mí, con el mismo aspecto. Agotados y con señales de casi morir, nada alejado de la realidad. No me importa nada más, ni siquiera saber quién me quiere muerto. Solo quiero llegar. Escucho un grito y mi cuerpo reacciona a la carga de adrenalina que me avasalla el tórax al saber de quién se trata. —Señor Evans, d
Último capítulo