Capítulo 5: Ir en el auto juntos

Quería reírme, pero no me es posible. Si fuera Ronhaldo, el chico de marketing, me reiría porque él constantemente sale con bromas que a veces no parecen bromas y lo son. Pero, mi jefe no era así, nunca lo ha sido. 

Por lo que, la seriedad del asunto debe tomarse y por ello, aunque me parezca ilógico, no puedo reírme. Es evidente que algo está pasando y lo peor es que no sé si tengo la fuerza suficiente para poder enfrentarlo. 

— S-señor Cappelletti, yo voy a regresar al hospital. Necesito ir al área de psiquiátrica. Estoy empezando a tener alucinaciones, aunque el golpe no fue fuerte en la cabeza.

— No estas alucinando, señorita Pussi.

— ¡Eso es! ¡Usted me llama señorita Pussi, no Shantelle! ¡Incluso creí que no conocía mi nombre! — exclamo sorprendida.

— Tienes razón, no recordaba que ese es tu nombre, hasta que me dieron tu información, pero, eso no quiere decir que lo que te he pedido es extraño. — dice mi jefe y yo lo observo fijamente.

— Es justamente lo que eso significa, señor Cappelletti, ¿Cómo va a casarse con alguien que ni siquiera sabe cómo se llama? ¿Cómo podría pensar siquiera en convivir con alguien que no conoce como es fuera del trabajo?

— Podemos hablar de eso cuando estes limpia, desayunada y cómoda. Sufriste un accidente automovilístico por la imprudencia de otras personas — dice mi jefe mirando a su hijo, quien se gira dándole la espalda, mientras se cruza de brazos — Lo menos que puedo hacer por ti, es darte comodidad.

— No es necesario.

— Lo es, señorita Pussi. Resolveré todas sus dudas cuando lleguemos a nuestro destino. Le aseguro que no hay algo de que temer. No voy a obligarla a casarse conmigo y mucho menos, hacer algo más que no desee. — dice mi jefe y yo miro al niño que corre y se pega a mi pierna derecha.

— ¡Es mi mamá! — grita el niño aferrándose a mí con mucha fuerza.

— Si ella no quiere serlo, no puedo obligarla.

— Viviré con ella. Mi mamá — dice el niño con firmeza y yo me quedo sorprendida al ver que los dos tienen una guerra de miradas hostiles que no son propias de un niño y su padre.

‘¿Qué rayos está pasando aquí?’ me pregunto mentalmente.

— Lo mejor es que hablemos seriamente sobre esto. Estoy dispuesto a darle un trato especial si soporta a mi molesto y caprichoso hijo.

— Soy tu hijo, padre. — dice el pequeño y mi jefe tensa su mandíbula al saber porque lo ha dicho.

Yo no puedo evitar reírme, porque básicamente usó la ofensa que le había hecho su padre en su contra. Por lo que, la guerra la ha ganado el pequeño que se aferra a mí.

— Me necesitas, Taddeo. Pueda que la señorita Pussi se quede contigo en su casa, pero, solo lo haría por breves minutos, porque eres un niño malcriado que siempre quiere hacer lo que desea.

>> Tanto eres así, que mira donde terminó. Dime, Taddeo, ¿puedes protegerla y no causarle problemas, niño problemático? A la señorita Pussi no le gustan los chicos problemas, que son tan desobedientes que llegan a ser molestos. Así que, dudo que dure contigo un día siquiera. — dice el señor Cappelletti y yo lo observo sorprendida.

‘Parece que su relación no es normal. Porque aunque no tengo hijos, dudo que así sea como se comportan los padres con sus hijos’ me digo mentalmente.

El pequeño se cruza de brazos, mostrando su molestia, pero, no habla.

— ¿Qué pasa? ¿Te has quedado sin argumentos? — pregunta el señor Cappelletti y el niño solo se gira para darle la espalda.

— Bueno, si me permiten hablar, no creo que sea la manera de hablarse entre ustedes. — susurro llamando la atención de ambos.

— Somos así — dicen los dos al unísono.

— Oh… entiendo.

Mi jefe suspira profundo y camina hacia uno de los autos donde abre la puerta.

— Suba, por favor. Debe desayunar y asearse, señorita Pussi. — dice el hombre que es mi jefe y parece que desea ser mi prometido.

— No creo que sea buena idea.

— Puedo cargarla, si no desea caminar — dice mi jefe y de inmediato, subo al auto.

— Subiré, no se preocupe. — digo entrando al mismo.

Lo que menos quiero es que me vean con él teniéndome en sus brazos, eso ayudaría a crear rumores que no son los adecuados y trabajar seria incómodo. Así que, subo e imploro que nadie nos haya visto, aunque lo dudo, porque demoramos hablando fuera.

El pequeño me sonríe y con cuidado intenta sentarse sobre mis piernas, pero, su padre lo toma de la ropa y lo jala hacia él mirándolo con los ojos entrecerrados.

— ¡Mi mamá! — exclama Taddeo con enojo.

— Lo sé, pero, pequeño, ¿no recuerdas que ha resultado herida por salvar a un imprudente niño? — pregunta mi jefe y el niño baja su mirada a mis piernas.

— ¿Duele?

— Claro que duele. Así que, si no quieres que mamá este herida, pórtate bien. Después de todo, eres uno de los culpables de que ella este herida, lo menos que puedes hacer es ayudar a que ella no se sienta mal o se lastime. — dice mi jefe y el pequeño asiente.

No insiste en subirse sobre mis piernas, pero, se sienta a mi lado, para tomar mi mano y sonreír mirando al frente.

— Puedo cargarte en mis piernas si no deseas.

— Solo mamá. — dice Taddeo con firmeza, para después mirarme sonriendo.

Miro a mi jefe y este bufa indignado, pero, no dice algo al respecto, si no que, toma el cinturón de seguridad para colocárselo a su hijo, pero, este niega.

— Mamá — dice el pequeño y me da el cinturón.

— Deja de ser tan caprichoso. — dice su padre y yo le coloco el cinturón de seguridad, para después ver al pequeño jugar con sus pies mientras tiene sus manos sobre sus piernas y su mirada al frente, sonriendo a todo.

Observo a mi jefe y este solo mira hacia la ventana, por lo que, con incomodidad, miro el paisaje, mientras me golpeo mentalmente para poder despertar de este sueño extraño. Sin embargo, cuando llegamos a una mansión, me doy cuenta de que no es un sueño.

‘No tengo la creatividad tan grande para imaginarme algo así.’ me digo mentalmente.

El auto se detiene frente a dos filas de personas perfectamente vestidas, haciendo una calle de honor para nosotros. Alguien abre la puerta por nosotros y apenas mi jefe baja del auto, todos saludan.

— Bienvenidos señor y joven señor Cappelletti.

— Y mamá. — dice el niño extendiendo su mano, mientras su padre sostiene la puerta para que salga.

— Y madre del joven señor Cappelletti — dicen todos cuando el pequeño se gira porque no me han anunciado.

— Baje, señorita Pussi, debemos hablar pronto de su nuevo papel como señora Cappelletti — dice mi jefe y yo trago duro.

´Cuando salí del hospital, no pensé que pasaría esto, así que, es claro que no sé qué hacer, ¿Qué debo hacer?’ me pregunto preocupada.

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