Con nerviosismo, camino hacia el interior de la casa que resulta intimidante para mí. Soy consciente que no debo estar aquí, peor, no soy capaz de decirle a mi jefe ello, cuando parece que hay un malentendido entre nosotros.
— Lleven a la futura señora a una habitación cómoda. Denle todo lo que necesita para que pueda bañarse y consíganle ropa cómoda. — ordena mi jefe
— Sí, señor.
— No es necesario. — digo de inmediato, intentando retroceder, pero, el niño toma mi mano.
— Vamos, madre. — dice jalándome hacia una parte de la casa que lógicamente es desconocida para mí.
— Si que eres un buen niño con ella. Ojalá fueras así conmigo.
— No — se limita a decir el pequeño que se marcha conmigo.
Entro a una habitación y una de las chicas entra al baño, mientras otra se acerca a mí.
— ¿Necesita que la ayude a desvestirse? — pregunta ella y yo niego retrocediendo.
— Yo lo hago — dice el pequeño con emoción.
— Tampoco. Puedo hacerlo por mi propia cuenta. — digo de inmediato.
— Quiero hacerlo.
—