Capítulo 2: Accidente

Intento procesar lo que acabo de escuchar y suspiró profundo, para después colocarme a su altura. 

‘Seguramente me dice así porque esta asustado y solo llamándome como alguien cercano, se siente a salvo’ me digo mentalmente.

— Cariño, yo no soy tu madre. Yo soy quien te ha encontrado y debo llamar a tu familia. Ellos deben estar preocupados por ti.

El pequeño niega limpiando con brusquedad sus mejillas. 

— Tu casa. — dice él y yo intento procesar lo que me dice.

— ¿Quieres que te lleve a mi casa? — pregunto y él asiente. — No puedo hacerlo, sin el consentimiento de alguno de tus padres, no puedo llevarte a casa.

— ¿Por qué?

— Porque pensaran que te he secuestrado y me llevarían a prisión. Creerán que soy una mala persona. Así que, lo mejor es que uses el impermeable y vayamos a la estación de policía más cercana para contactarlos. 

El pequeño niega y me entrega el impermeable para después abrirme los brazos, en señal de que lo cargue

— No puedo cargarte. Estoy mojada ahora y si lo hago, te mojaría también. Arruinando tu ropa nueva.

El pequeño se queda un tiempo meditando y después, intenta quitarse la ropa, por lo que, de inmediato, niego.

— Vas a enfermarte si te quitas la ropa. Se un buen niño y usa el impermeable, yo estaré bien

— ¡Joven señor! — gritan varias personas con sus trajes que parecen hechos a medida.

La desesperación en sus rostros eran evidente, por lo que, yo miro al pequeño, buscando alguna señal en su rostro que me diga que él es el joven señor que buscan. Todos corren por todas partes y preguntan a los transeúntes como si hubiesen perdido algo tan preciado, al punto de olvidar que pueden enfermarse por no llevar un impermeable o paraguas.

Pensando que sean personas que conozcan al niño a mi lado, lo miro buscando una reacción. Pero, no veo alivio o miedo en él, si no, enojo. Uno de los hombres peina su cabello con frustración y es allí cuando nos ve, asombrándose al ver al pequeño a mi lado.

— ¡Joven señor! — dice el hombre con alivio corriendo hacia nosotros. 

El pequeño no se esconde ni muestra temor, si no que, su mirada se ve más fría y molesta.

— Por fin lo he encontrado.

— ¿Lo conoces? — pregunto al niño, deseando indagar un poco lo que pasa y es por mi pregunta, que el hombre nota mi presencia.

Por lo que, se mueve rápido tomando mi brazo y haciéndome girar, para colocar mi rostro contra la pared de la tienda de ropa, con mi brazo en la espalda. 

— ¿Quién es usted? ¿Se atrevió a llevarse al joven señor? — pregunta el hombre con molestia. — ¡Ah!

— ¡Suelta a mamá! — escucho una voz de niño.

El hombre retrocede y es cuando veo al pequeño mirando con odio al hombre que intentó hacerme daño.

— Joven señor… — dice el hombre llevando su mano a su pierna, justamente a la altura del niño

— Suelta a mamá — dice el pequeño con voz fría y el hombre que es incluso mayor que yo, se inclina ante el pequeño.

— Joven señor… lo siento. La soltaré — dice el hombre.

— Me imagino que se conocen, ¿no es así? — pregunto acariciando mi brazo lastimado.

El niño de inmediato niega y se aferra a mi pierna como si le tuviera miedo al hombre que según veo, ha mordido.

—  Joven señor, no diga que no me conoce. Eso lastima mis sentimientos. — dice el hombre y el pequeño se esconde detrás de mí.

— No sé qué sucede aquí exactamente, pero, no puedo entregarle al niño si él no me asegura que lo conoce.

— Este no es su asunto. Así que, aléjese — dice el hombre intentando tomarme del brazo, pero, el pequeño se aclara la garganta, como si esa fuera una amenaza contra el hombre que de inmediato retrocede.

— No puedo darle al niño. Llame a su padre o alguien que él vea como conocido, si no, tendremos que hablar esto en la estación de policía.

— Joven señor, su padre se va a enojar si la policía se involucra por un berrinche suyo de no volver a casa. Lo mejor es que regrese a casa conmigo. — dice el hombre, pero, el pequeño niega.

Unos autos se detienen y dos hombres salen corriendo con paraguas de color blanco que colocan a una pareja que salen del auto. Sus canas, muestran que son de avanzada edad, porque su postura y perfecta piel, los hacen ver como unos jóvenes.

— Sus abuelos están aquí, joven señor. — le anuncia el chico y el niño lo observa con enojo.

Ninguno de los dos ancianos hablan, solo miran al pequeño con una mirada tan fría como el pequeño observó al hombre con traje y este solo suspira profundo caminando hacia la lluvia, pero, de inmediato, le coloco el impermeable, para que no se moje.

— Abrígate bien, pequeño. Cuídate mucho. — digo sonriéndole, para después, acariciar su mejilla.

Me levanto cuando él se marcha hacia los ancianos y regreso caminando hasta la estación de servicio público para ir a mi casa. Con la lluvia menos fuerte, cruzo la calle por el paso peatonal sonriendo porque el día fue bueno.

El sonido del semáforo a punto de cambiar, me hace caminar más rápido para llegar a la zona segura, pero, cuando estoy por llegar a mi meta, escucho un fuerte grito.

— ¡Mamá! — gritan y aunque yo no tengo hijos, giro al reconocer la voz.

El pequeño que había dejado hace media hora con sus abuelos, corre hacia mí y yo miro a cada lado notando que por estar el semáforo en verde, los autos están moviéndose.

— ¡Niño, no! — grito cuando veo que un auto esta por acercarse a él. 

Pero, el pequeño ignora mi grito y corre hacia mí. Uno de los hombres perfectamente cambiados, sale del auto al igual que los ancianos, pero, ninguno se atreve a perseguirlo cuando varios autos les impiden el paso.

Analizo la distancia, yo estoy más cerca de agarrarlo, pero, también debo pasar por dos carriles de autos para alcanzarlo. Un pito fuerte se escucha y veo el camión, por lo que, no lo dudo un solo segundo e implorándome a Dios, corro hacia el pequeño.

Mis piernas se mueven rápido y yo lo abrazo intentando alejarme del camión que seguramente nos mataría. El camión alcanza a golpearme el trasero y yo soy impulsada hacia adelante, golpeándome con la puerta de conductor de un auto, para después caer al piso.

Mi cuerpo duele como si realmente un auto hubiese pasado por encima y yo sonrío cuando el pequeño que intentaba proteger, se levanta de mi cuerpo y toca mi rostro. 

— Mamá, ¿estas bien?

— Un niño bueno no cruza la calle sin un adulto que lo guie, no hagas eso otra vez, por favor.

— Mamá… lo siento.

— ¿Estas herido? — pregunto al verlo llorar.

— No, tú lo estas. — dice el pequeño mientras intento levantarme

— No se mueva, he llamado a una ambulancia, no se mueva. — dice uno de los ancianos

— Estoy bien. solo es un pequeño…

— Sangre. Estas sangrando — dice el niño mostrándome la pierna.

El color rojo me marea y lo siguiente que veo es todo negro.

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