Capítulo 7

Capítulo 7

En ese momento mis ojos se ampliaron, mientras estaba al aire libre. Suspiré dejando escapar el aire, cuando de pronto el ruido de un carruaje acercándose, me distrajo. Del carruaje bajó el príncipe Henry, sus pasos fueron firmes hasta llegar a mí.

—Alteza –comenté levantándome con prisa, era escoltado por otros guardias y sus ojos me observaron mientras me inclinaba.

—Vine a verla –anunció y lo observé perpleja.

—¿A—a mí…? ¿Vino a verme a mí, alteza…? –pregunté atropelladamente, y él asintió con las manos detrás de su espalda —¿Por qué?

—Tu presencia me agrada –enfatizó y me quedé perpleja –nunca… había sentido algo así –confesó observándome con la mirada algo perdida.

—Alteza… estoy casada con todo respeto –susurré inclinando el rostro.

—No te inclines, serás… la única persona que tendrá… ese privilegio –contestó provocando que me mantuviera recta ante él. Era hermoso. Pero no era Nathaniel, aquel hombre que me aceptó embarazada de otro hombre y no hizo preguntas.

—Gracias alteza –susurré y cuando estuve por inclinarme, su mano tocó mi barbilla elevándola –lo siento alteza.

—Puedes llamarme Henry…

Permanecí ahí, tratando de mantener mi compostura, pero yo estaba temblando. Mis emociones se me revolvían dentro como si estuvieran en un torbellino y no podía evitar sentir una inmensa atracción por Henry. Pero él no era mi esposo, no era el hombre que había conocido y amado desde la infancia. Él no era Nathaniel.

Él era un hombre guapo y atractivo, y era difícil ignorarlo. Pero lo que me cautivó de él era su gentileza y su benevolencia. Nunca me hizo sentir menos que él. Cuando lo vi en temporadas buscando esposa, supe que jamás me miraría. Hasta que miró a su antigua esposa, aquel amor fue instantanteo.

Hasta que ella murió y sintiéndome culpable, tuve esperanza de volver a encontrar la oportunidad de enamorarle. Y cuando mi padre tenía problemas de dinero, supe que quería que él, me comprara.

Por eso, por mas que aquel hombre frente a mí, fuera hermoso y un príncipe, próximo a ser rey, jamás podría estar con él.

—¿En qué piensa? –su pregunta, provocó que diera un respingo, me había ido hacia los recuerdos. Hacia Nathaniel.

—En nada alteza –comenté con una sonrisa.

—Eres hermosa con… esa sonrisa. Quiero… —comentó y al estar frente a mi se detuvo bajando la vista y cerrando los ojos –hacerle una petición inocente…

—Por supuesto alteza –respondí y sus ojos me observaron brillantes.

La petición era rara, me había invitado a su mansión de verano, para estar afuera del jardín bordando, me obsequió un vestido algo mas revelador. No puse protestas después de todo era un príncipe, Nathaniel, aun no había llegado a la casa y cuando pude reaccionar ya estaba en aquella mansión del príncipe.

Luego cuando quise retirarme, se largó a llover. Me invitaron a una habitación junto a mi doncella, alegando que los caminos cubiertos de barro eran peligrosos. Y estaba algo asustada al estar en una casa extraña. María se retiró a dormir, y me quedé sola, me deslicé el vestido con lentitud hasta quedar desnuda.

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