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Me negué rotundamente. Finalmente a regañadientes, mi madre me llevó frente al barco. Sé que quería que luchara con ella, pero jamás arriesgaría la vida de Gabriel por un capricho de una persona que nunca estuvo.
Me subí escuchando los murmullos de las personas a mi alrededor. Suspiré sintiéndome impaciente por sarpar, sin embargo, el recuerdo de Henry, me azotó sin piedad. Sus ojos, su sonrisa, todo el tiempo que estuvo a mi lado protegiéndome sin pedir nada a cambio.
Algo en mí, se rompió en ese instante. Miré con los ojos cubiertos de lágrimas, hacia la embarcación. María me observó con una mueca, cuando estiré los brazos para entregarle a Gabriel junto a la bolsa de monedas.
—Debo volver con él –comenté y ella me observó confundida.
—No puedes abandonar a tu hijo –contestó y negué.
—Nunca lo abandonaría, pero… no puedo irme y dejar solo a la persona que estuvo protegiéndonos