La mañana del día de su boda, Henry, el rey, se vestía con su traje real mientras su corazón latía con anticipación. Salió del salón y caminó hasta el patio principal donde Emma, la bella viuda, lo esperaba con su vestido rosa brillando al sol de la mañana.
—Emma, mi amor —dijo Henry con el mayor afecto —Este día ha sido un sueño por mucho tiempo.
Emma le devolvió una sonrisa y extendió su mano. Henry tomó su mano y la besó con suavidad antes de dirigirse hacia el altar donde su padre, el obispo, esperaba.
Los invitados callaron y miraron con cautela mientras el obispo recitaba sus votos.
—¿Henry, de nuestra gran y amada tierra, juras por tu corazón y tu vida amar y respetar a tu esposa Emma, por el resto de tus días? —preguntó el obispo.
Henry miró con cariño a