«¿Todavía recuerdas cómo tu mamá te tranquilizaba cuando el doctor estaba a punto de ponerte una inyección, Mateo?», preguntó el señor Dorman con una sonrisa, mientras recordaba los momentos entrañables que su hijo adoptivo había pasado con su difunta madre.
«Sí, en aquella ocasión, mamá me prometió que me compraría una figura de acción».
«¿Recuerdas que esperó en la fila desde la noche hasta la mañana para conseguirla?». Los dos intercambiaron una mirada significativa, con los recuerdos de la difunta profundamente grabados en sus mentes.
«Por la mañana, cuando me trajo el regalo, no parecía cansada en absoluto. Me despertó con una sonrisa en el rostro».
«Sí, la sonrisa más grande...».
El Sr. Dorman miró a su hijo adoptivo con ternura. « Sí, tu mamá te quería mucho, hijo. Te dio incluso más amor que a su propio hijo biológico...».
Las palabras que salieron de los labios del señor Dorman hicieron que la sonrisa de Mateo se desvaneciera, sustituida por la culpa. Nunca había tenido la in