Su mano no dejaba de apretarse con la mía de forma brusca y eso ocasionaba que me quejara de dolor, sabia que estaba furioso, había sido muy descuidada al salir así, pero necesitab saber que mi bebé estaba bien, no podía seguir como si nada, eso hacía que mi corazón doliera al no saber que pasaba con el.
—Me estas lastimando, deja de hacer eso —digo cuando me entra al auto a empujones.
—Voy hacer lo que se me de la maldita gana, ¿Acaso hablo en chino o que?, no tienes permitido salir sola y eso es lo primero qué haces.
—Necesitaba saber como estaba mi bebé, tu no cumpliste lo que me dijiste, no seguiría esperando.
—¡Pues te jodes, porque haces lo que se me de la gana!, eres solo una ramera que compre, no eres libre y no puedes hacer lo que se te de la gana, ¿estamos? —asiento sintiendo como mis lagrimas bajan por mis mejillas.
—Porque mejor no me devuelves a el burdel, estaré mejor allá que a tu lado, esto es un infierno, jamás dejarás de recordarme lo que fui.
—No vas a ir a ninguna parte, eres mi esposa ahora y eso seguirás siendo, saca esas ideas de tu cabeza porque no pasará.
—Puedes conseguir la mujer que quieras, no tendrás que estar con una mujer con mi pasado, esa mujer que me secuestro deduce lo que fui, no te conviene que sepan que me compraste en un burdel —gruñe volteándose para tomarme del rostro con fuerza.
—No quiero volver a escuchar nada de esto, vas a ser mi esposa y ya, sin discusiones, sin excusas y sin quejas, ¿Entiendes? —asiento.
Llegamos a la casa y de la misma manera como me subió fui bajada, a empujones y gritos, estaba cansada de todo esto, no entendía porque era así, no le había hecho nada, me equivoqué cuando salí sin decirlo, pero no es para tanto.
Llegamos a la habitación y me empujó haciendo que callera al piso, luego sin más salió encerrándome sin posibilidades de salir. Sollozo llevando las manos a mi abdomen, salí de un infierno para entrar a otro, no puedo creerlo.
Después de que se comporto como un hombre cruel no volví a verlo, Cielo era quien me traía la comida porque no podía salir de la habitación, ordenes del señor de la casa, sentía que me afixiaba. Tres dias, habían pasado tres dias y en este tiempo pensé en la manera correcta en como poder vivir en paz, tenía un plan y esperaba poder ponerlo en práctica.
—Cielo, ¿Bris está en la casa? —asiente mientras me ayuda a peinarme.
—Si, llegó hace Ayer, y me dio la orden de poder dejarla salir, no puede salir sin él no da el permiso —asiento.
—¿Sabes si ya desayuno? —veo su rostro confundido a través del espejo.
—No, ¿porque me preguntas eso? —sonrío.
—Acompáñame para que lo veas tu misma.
Salimos de la habitación y bajamos en silencio hasta la cocina, en ella están las demás chicas que me saludan con respeto, algo que me hace sentir incomoda.
—Quiero hacer el desayuno para mi esposo, ¿podrían decirme donde están los utensilios para usar? —ellas miran entre sí, creo que es muy raro que alguien haga eso por Briss.
—No es necesario que haga eso señora, nosotras nos encargaremos.
—Se que lo harán, pero hoy quiero hacerlo yo, ¿puedo hacerlo? —asiente rápido.
—Claro que si, es su casa, señora, venga le diré donde esta todo —le Sonrio agradeciéndole.
—Muchas gracias, prometo que les dejare el lugar muy limpio.
Ellas sonríen y yo me preparo para prepar algo decente, no puedo seguir viviendo en una guerra, mi hijo no merece eso y al parecer con ese hombre no se puede, necesito buscar una manera de llevar la convivencia en paz y esta será mi bandera blanca.
Termino de hacerlo todo y cuando esta listo salgo al comedor donde el esta leyendo el periódico. Sus ojos se encuentran con los míos y levanta una de sus cejas cuando observa la bandeja que llevo en mis manos.
—¿Que haces?
—Traerte el desayuno, ¿porque? —sus ojos me estudian y empiezo a ponerme incomoda.
—¿Que estas tramando?, porque una persona normal no le hace el desayuno a su marido después de como la trato, así que dime, ¿Que tramas?
—Nada, no tramo nada, solo quiero paz, no puedo vivir en una casa donde una guerra siempre puede explotar.
—Si crees que con esto voy a cambiar en algo contigo, estas muy equivocada, yo soy así y no pienso cambiar por ti ni por nadie —Asiento.
—Lo se y no estoy haciendo esto para que te enamores de mi, se que jamás vas a sentir nada por una mujer como yo.
—No, jamás y mejor siéntate conmigo y desayunemos, quiero ver que tan buena eres en lo culinario —dejo el plato delante de él y tomo asiento a su lado con mi plato de frutas.
Desayunos juntos en completo silencio, ninguno dijo ni una sola palabra, y la incomodidad que sentía era tanta que quería levantarme y dejarlo solo, pero sabia que si hacia eso, enloquecería y era lo que menos quería.
—Imagino que hoy querrás ir a revisión —levanto la mirada asombrada por sus palabras.
—¿Me dejarás ir? —asiente.
—Si, tampoco soy un ogro que va a dejar que un niño nazca sin saber cómo está, vas a ir, pero no sola y solo tienes permitido ir a la clínica, no quiero ninguna sorpresa, Darana, ¿Estamos?
—Si, si, como tú quieras —sonrío entusiasmada porque la última vez no pude comprar el medicamento que debo tomar en mi embarazo.
—Uno de mis hombres era contigo, haras lo que tengas que hacer en la clínica y regresarás a la casa, ¿bien?
—Si, esta bien.
****
Llegamos a la clínica y me realice unos exámenes de rutina que debía hacerme, luego de eso reclame mis medicamentos prenatales y impri las fotos de la ecografía, estaba tan feliz que nada podría apagar mi felicidad.
Cuando ya estaba todo listo salí junto con el troglodita que Briss había puesto para mi, cerca de la clínica quedaba el burdel, desde que salí de allí no había sabido nada de Cloe y quería verla, se que no estaba bien que hiciera eso, pero esa mi única amiga aparte de Cielo.
—¿Podrías llevarme a olimpos? —el hombre suspira por lo bajo.
—Señora no puedo hacer eso, si lo hago el señor va a castigarme y créame que el no es bondadoso cuando se le desobedece.
—Está bien, entonces podría ir a la cafetería de la esquina, quiero una torta de chocolate.
—Si voy no va a escapar, ¿cierto? —niego aunque no sea verdad.
—No, estaré aquí, solo quiero algo de comer.
—Está bien, porfavor no haga una locura, necesito el trabajo y seguir con vida.
No digo nada y dejo que baje del auto y cuando estoy segura que no puede verme, hago lo mismo, con paso apresurado llego a la esquina y cruzo, estoy a dos cuadras de llegar, y cuando me doy cuenta la veo. Cleo se tambalea mientras camina hasta el club, parece borracha.
Corro como mis tacones me lo permiten y la tomo por la cadera haciendo que me observe al rostro.
—¿Darana?, ¿Que haces aqui? —dice con una sonrisa.
—Viene a saber cómo estabas, ¿estas borracha?
—Si, y algo drogada, he tenido unos días de m****a y con algo tengo que poder olvidar —niego suspirando.
—Nena, ¿Que está pasando contigo? —ríe dejando un beso en mi mejilla.
—No todas tenemos tu suerte, cariño, mujeres como yo debemos seguir siendo acompañantes y acostarnos con viejos asquerosos para sobrevivir. No a todas nos compran para hacernos dueñas y señoras.
—No todo es lo que se ve, nena, créeme —asiente suspirando.
—¡Ey, guapas! —Volteamos juntas el rostro para ver quienes son. Unos malditos borrachos, lo que e faltaba.
—Oh rayos, pensé que no me habían seguido.
—¿Los conoces? —digo y ella asiente.
—Si, son quienes me venden la droga.
¡Rayos!, esto está peor de lo que creía, ¿que voy hacer?
—Te fuiste sin despedirte, belleza, vamos a seguir la fiesta a dentro con tu amiga —dicen acercándose y yo niego.
—No,no, están confundidos, yo solo la estoy ayudando, es mi amiga, no voy a entrar con ustedes.
—Parece que olvidaste que también fuiste una zorra de ese lugar, ¿no es asi? —niego apretando los dientes.
—No, no lo he olvidado, tengo una persona que me lo recuerda todos los días, pero eso no significa que vaya a entrar con ustedes, dije que no y punto.
Los hombres se acercan a nosotras y nos encierran con sus cuerpos haciendo que el pánico se apodere de nosotros, esto no está bien, no está nada bien.
—Vete Darana, yo me hago cargo —dice Cloe aun medio borracha.
—No voy a dejarte con estos hombres, estas loca.
—Naide va a ir a ningun lado que no sea adentro a divertirnos.
«Ahora mismo quisiera que Briss apareciera en algún lado, ¿porque rayos siempre busco problemas».
—Tienen solo cinco minutos para alejarse de mi esposa —jadeo cuando reconozco esa voz. Observo sobre el hombro de uno de los hombres y veo a Briss con el hombre al que engañe que me mira con desaprobación.
—¿Quien mierdas eres?, ellas son nuevas zorras, consigan las suyas.
—Eso no va a pasar, y una de esas zorras como las llamas es mi esposa, así que si no quieres terminar con una bala en tu frente aléjate de ella —dice Briss con la quijada tensionada.
—¿Porque no vienes por ella? —dice el más grande de ellos. Dios esto se salió de control.
—Siempre quieren las cosas a las malas.
Veo como Briss se acerca a ellos y con un solo movimiento golpea a uno de ellos haciendo que caiga al piso, los otros dos se alejan de nosotros para ir contra el, pero Briss es más rápido y le realiza una llave a uno que hace que termine en el piso mientras que con una patada hace que el tercero vuele lejos de nosotros.
Jadeo sorprendida por sus habilidades de pelea, jamás imagine que el fuera bueno en eso, siempre pensé que el solo ordenaba y los demás se ensuciaban las manos, pero al parecer nada es lo que parece.
—Ahora deja de jugar a la héroe y ven conmigo —dice con furia, me mira por unos segundos porque luego pone su mirada en los hombres a su lado —. Tráiganlos, luego me encargare de ellos.
—Uff, eso si que es sexi —dice Cloe sin dejar de mirarlo haciéndome rodar los ojos.
—Deja de decir babosadasy mejor entra y date una ducha, tomo —digo dándole un papel con mi número y dirección, sin que Briss se dé cuenta —. Llámame, y no te metas más en problemas,
Beso su frente y me acerco a Briss que solo me mira sin decir una sola palabra, pero se que la ofrenda de paz que había logrado acaba de terminar porque metí la pata y bien feo.
Siento la mirada de mi guardaespaldas y no puedo mirarlo a los ojos porque el pobre hombre me está matando con ella si eso fuera posible.
—No debió hacer eso, señora, no sabe el problema en el que nos metió.
—No, no lo sabe porque su pasatiempo es joder y hacerme enfadar, al parece con la señora todo es a las malas, ¿cierto, nena? —dice Bris mirándome antes de subirse a la camioneta.
—Lo siento.
Ninguno dice nada y solo suben a la camioneta dejándome afuera como una estupida, no debí hacer eso, pero verla en esa situación me partió el corazón, ella fue mi amiga todo el tiempo que estuve en ese lugar y no iba a darle la espalda cuando me necesita.