Berlín, Alemania
Emilia
Todo sucede tan rápido que apenas y puedo procesarlo.
—¡Emilia!
No pienso. Solo corro. La sangre me hierve en las venas. El mundo a mi alrededor se vuelve un eco distante: disparos, gritos, pasos… nada importa. Nada, excepto el cuerpo inerte que sostengo contra mi pecho.
Siento su sangre empapar mis brazos.
—¡Joder, no! —gruño, sosteniéndola como si pudiera con eso evitar que se apague.
Ella no reacciona. Su cabeza se balancea hacia atrás, como una muñeca rota. Sus pestañas descansan cerradas sobre su piel blanca, pálida… demasiado pálida. La miro, buscando algún movimiento, algo que me indique que aún está conmigo.
—¡Konstantin! —bramo por el auricular—. ¡Cúbreme! ¡Voy a sacarla!
—¡Tengo tu espalda! —responde él con tono firme—. ¡Llévala ya!
No lo dudo y corro.
Desenfundo mi arma y disparo hacia los lados mientras atravieso el pasillo principal, resbalando con la sangre sobre el mármol. Mis hombres limpian el camino, me abren paso. El aire huele a pólvora, a m