Berlín, Alemania
Emilia
Desde la ventana del pasillo principal, observo cómo los hombres de Viktor se preparan. El patio está lleno de movimiento. Las armas siendo revisadas, los chalecos siendo ajustados y vehículos puestos en marcha con un ronroneo que suena como el preludio de una guerra. Todos están concentrados, eficientes… listos. En sus ojos no hay dudas. Hay furia, determinación y una oscuridad que me hiela la sangre. Ellos saben lo que van a enfrentar. Lo han hecho antes.
Yo no.
Aprieto la mandíbula y me obligo a respirar hondo. Mis dedos tiemblan sin mi permiso. Esta vez no estamos jugando al espionaje. Esta vez vamos a golpear de frente. Y no solo vamos por pruebas.
Vamos por justicia.
—¿Estás bien?
Me giro ante la voz. Es Helena, parada a mi lado, con los brazos cruzados y una expresión grave. Su cabello recogido deja ver un hematoma en el cuello, uno que Konstantin seguramente ha dejado. Me duele verla así, pero ella ni lo menciona. Ya no somos las mismas. Ni ella, ni yo.