Valeria es la típica ama de casa dedicada a su hogar. Por varias ocasiones trató de ser independiente, además de ganar dinero por su cuenta, lo malo era que estaba rodeada de machismo, pero lo peor, era que ella lo permitía. Ricardo es un maestro, que, al no encontrar trabajo de su profesión, buscó trabajo en cualquier lugar que se lo otorgara. No sabiendo que, en ese lugar, el destino le tenía preparada una jugada, que no sabía si interpretarla como buena o mala. De lo que estaba seguro, era que, jamás la imaginó. Ambos coincidieron en ese lugar de trabajo. Su historia es tan hermosa y al mismo tiempo difícil, que es digna de contarse en un libro. Solo que todo esto tenía un pequeño inconveniente… ambos estaban casados.
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—¡¿Qué significa esto Ricardo?! —lo increpó Veronica, su esposa, en cuanto la respiración se lo permitía, las palabras salían entrecortadas por los sollozos, estaba muy dolida y tenía bastante razón.
—¿De qué hablas? —él trataba de hacerle creer que ignoraba de lo que hablaba, pero ella tenía pruebas y las tenía en sus manos.
—¡¿Cómo de qué hablo?! Por favor ¿crees que no me he dado cuenta de tu actitud? — Le cuestiono con lágrimas en los ojos —. Hace mucho que lo vengo sospechando, ¿crees que no sé qué estás con alguien más?, además acabo de ver los maldit0s mensajes ¡así que no lo niegues!
La furia se desbordaba en ella, al igual que sus lágrimas. A Ricardo se le encogió el corazón al verla así, nunca midió las consecuencias de sus actos y ahora este era el resultado.
Enamorarse no estaba en sus planes, pensar que tenía todo bajo control, fue un grandísimo error y ahora comenzaba a pagarlo.
1 DIEZ SEMANAS
El sueño de la mayoría de los jóvenes es convertirse en un profesional y luego formar una familia, pero hay ocasiones que las circunstancias te obligan a cambiar un poco el orden de esos factores, y en este caso sí altera el producto.
Ricardo cursaba el cuarto semestre de la universidad, estudiando pedagogía, desde muy pequeño se había interesado por la enseñanza, así que desde pequeño había querido ser profesor, además de que el ejemplo de su madre lo motivaba cada día más.
Esa mujer era su vida, la amaba y admiraba por la entereza que tenía a pesar de las dificultades que tuvo para criar a él y a su hermana.
Habían quedado solos desde que él era muy pequeño, así que su madre tenía que salir a trabajar, dejándolos al cuidado de su abuela.
Ricardo tenía una novia con la cual ya tenía más de un año de relación, estaba feliz, enamorado, con un futuro por delante.
—¿Estás segura? —le preguntó Ricardo un poco angustiado a su novia Verónica.
Verónica es una chica que está en su segundo semestre de la carrera de idiomas, domina a la perfección el inglés, así que opto por estudiar algo en lo que ya llevara ventaja.
Lo malo, es que no pensó que lo que llevaba avanzado, no sería suficiente para culminar la carrera, y no me refiero a capacidades, ella era más que capaz, solo que sus planes tendrían que cambiar un poquito.
—En realidad no, solamente tengo un retraso de más de un mes, no sé si eso era suficiente, tendríamos que ir al médico —sus ojos estaban cristalinos.
Ricardo la tomó en sus brazos para reconfortarla, fue entonces que ella dejó salir las lágrimas contenidas por el miedo.
Ninguno se sentía preparado para ser padres, pero por ningún momento les pasó por la cabeza, deshacerse de la pequeña vida que al parecer crecía en el vientre de la muchacha.
Pasó una semana, justo lo que les tomó conseguir algo de dinero extra para pagar la consulta médica, al estar estudiando, vivían fuera de sus hogares, rentando junto con otros estudiantes un lugar para vivir y entre el transporte, comida, colegiatura y otros tantos gastos, estaban algo apretados de dinero.
El médico los vio con mucha comprensión, estaban asustados y aunque ya Ricardo tenía 20 años y Vero 19, se les notaba a kilómetros que no había sido algo que habían planeado.
Eran muy jóvenes, pero ya eran más que responsables de sus actos.
El médico hizo preguntas, la revisó y le hizo el ultrasonido, donde confirmaba el pequeño ser dentro de ella, tenían sentimientos encontrados, pero la felicidad sobrepasaba todo lo demás.
Le indicó unos análisis de laboratorio para confirmarlo y revisar otros aspectos del embarazo, una receta para que comenzar a tomar vitaminas y salieron del lugar.
Al salir del consultorio, Vero se abrazaba a ella misma, tenía miedo, pero cuando sintió que la rodeaban los brazos de Ricardo, olvidó un poco todo el mar de emociones que tenía.
—Todo saldrá bien amor, ya verás —los días que le siguieron fueron tranquilos y más relajados.
Esperaban nerviosos el fin de mes para volver a sus casas, no sabían cómo se los dirían a sus padres.
—Quiero que vengas a vivir conmigo —le dijo Ricardo a Verónica, mientras estaban recostados en el sillón de la salita de la casa del chico.
Ella se incorporó, mirándolo con el ceño fruncido, él no podía entender por qué hacía eso.
—No quiero que estemos viviendo juntos solo por el hecho de que esté embarazada —le soltó.
—No lo hago por eso, te lo digo porque te amo y quiero estar con ustedes —le dijo un poco herido, por el comentario de su novia.
—Pues eso aún no lo discutamos, primero hay que decirles a nuestros padres —regresó a la posición en la que estaba, recostada sobre el pecho del chico.
A Ricardo no le habían gustado las palabras que le dijo hace un momento su novia, no lo hacía por eso, de verdad pensó mucho esos días y decidió que era lo mejor.
Tenía un pequeño plan, estudiaría y trabajaría, aunque todo dependía de si sus padres los apoyarían o no, él estaba seguro de que su madre lo haría.
Habían decidido que primero se lo diría él a su mamá, luego lo hablarían los dos con los padres de ella.
Así lo hicieron, al volver a su casa, saludo a su madre con el amor que siempre le profesaba y durante la comida hablo.
—Madre, necesito contarte algo —la cuchara con sopa que tenía su madre se quedó a medio camino, dirigiéndole una mirada expectante.
—Dime —le contestó seria, regresando la cuchara a su plato.
—Bueno… es que… Vero… —no encontraba las palabras correctas.
—¿Embarazada? ¿Eso es lo que me quieres decir? Que embarazaste a tu novia —no necesitó palabras de confirmación, pudo leer en el semblante de Ricardo la clara afirmación de eso.
Solo se llevó las manos a la cara, tratando de asimilar aquello, le devolvió la mirada y una pequeña sonrisa se le asomó en los labios.
—Seré abuela —susurró.
Lo que le siguió era algo que imaginaba Ricardo, estaban felices en casa, la que sería tía, la que sería abuela y hasta la que sería bisabuela.
Ahora faltaba lo más difícil, decirles a los padres de Verónica.
El siguiente fin de semana, habían hecho todo lo posible para poder ir a casa de Vero, por lo regular solo iban a finales de mes a ver a sus familias porque no estaban muy cerca de la escuela.
Cuando los señores los vieron llegar juntos, sospecharon que algo no iba bien. Conocían al muchacho, Vero lo había invitado un par de veces a casa, pero no era normal que llegaran los dos juntos.
—Bienvenidos —los recibió la madre de Vero con alegría, cosa contraria a su padre.
—Gracias señora —le dijo Ricardo.
Entraron directo a la sala, todos tomaron asiento, ninguno encontraba las palabras para romper el hielo.
—¿A qué debemos tu visita? —sí, así sin honor, le preguntó el señor a Ricardo.
—Bueno, pa… lo que pasa —y ahí estaba de nuevo, el lenguaje interrumpido por no saber cómo decir aquello.
—Señor, señora, lo que queremos decirles es que… queremos ir a vivir juntos —no solo los padres de la muchacha reaccionaron con sorpresa, ella misma lo hizo.
Creía que le había dejado en claro que ella no quería ir a vivir con él, por lo menos no todavía y ahora les había soltado de repente esa noticia a sus padres.
Lo miró con el ceño fruncido, con evidente disgusto y él lo notó al instante.
—¿Cómo es que quieren ir a vivir juntos? Están a media carrera universitaria, no sería el momento adecuado —le dijo a toda prisa la madre de la chica —. A menos que…
Fue entonces que los ojos de Vero se humedecieron, confirmándole a su madre justo lo que estaba pensando.
—¡No puede ser! ¡TU! —le dijo el padre de Vero a Ricardo apuntándole con el dedo — ¿Cómo pudiste?
El primer instinto de Verónica, fue ponerse frente a su novio, estaba furiosa por la cosa que había dicho, no habían quedado en ir a vivir juntos y al parecer él lo había decidido solo, pero no podía permitir que se fueran a los golpes.
—¡Por favor papá! no es el único responsable, ambos somos conscientes de nuestros actos y es por eso que estamos aquí —le dijo un poco autoritaria, ella siempre había tenido excelente relación con su padre, era la niña de sus ojos, pero no podía dejar toda la responsabilidad en Ricardo.
Aunque esa era la principal razón de que el señor se sintiera algo defraudado.
Los ánimos se calmaron, pudieron hablar tranquilamente, Vero les explicó todo, confirmando las sospechas e indicándoles las semanas de gestación que tenía, las cuales ya eran 10 semanas completas.
Como ya se lo habían propuesto, vivieron plenos el resto de sus vidas, hasta que cerca de los ochenta y tres años, Valeria fue víctima de cáncer de pulmón. Le consumía la vida, fue realmente rápido lo que avanzó y poco el tiempo en el que estuvo en cama. Pero el suficiente para terminar su misión en esta vida, solo le quedaba una sola cosa por hacer, solo una cosa y podría irse en paz. —Hija, necesito que llames a Ricardo. Debe estar en la bodega, piensa que no lo sé, pero cada que va ahí, lo hace para llorar, lo conozco tan bien. Dile que es importante —le dijo sonriendo, después de eso, ella salió y fue a buscarlo. Efectivamente, lo encontró con los ojos rojos y húmedos. Sin perder tiempo fueron hasta la habitación donde descansaba ella. Pasaron por la cocina, donde estaba la mayoría de la familia. Toda la familia, había estado muy al pendiente de ella, porque ya el médico les había indicado que no había nada que hacer, más que fuera feliz los últimos días. Llegaron hasta la cam
Cada día que pasaba, Ricardo entendía las razones por las que Valeria no quería decirle a Íngrid, que él era su verdadero padre.Era una muchacha alegre, responsable y que amaba a sus padres muchísimo, no podía hacerle eso. De cualquier manera, Manuel podría ser el peor esposo del mundo, pero como padre era totalmente diferente.Se notaba el cariño que tenía por sus hijos, incluyéndola a ella.Estar ahora cerca de ella, compensaba todo lo demás, la quería igual que sus primeras hijas, incluso ya se habían conocido Ingrid y Angie, y se habían hecho buenas am
Ricardo se había encontrado con Alejandro hacía un poco más de un mes. Salieron a beber un rato, le contó que se había casado con Maritza y que eran muy felices.Desde que dejaron la empresa en donde habían trabajado juntos, se perdieron el rastro, hasta ese día que se habían encontrado por casualidad.Se pusieron al día de todo lo que había pasado en esos largos años.Cuando Alejandro le contó que Maritza era su esposa, de inmediato preguntó por Valeria, sabía que cerca de la una, estaba la otra.—Valeria está bien, decidió irse a dar clases a una escuela secundaria. Ha estado ahí desde hace mucho, ya ni sé por cuántos años —Ricardo lo escuchaba atento.—Su familia… ¿Cómo está su familia? —Alex no pudo evitar reír a carcajadas, dejando a Ricardo confundido.—Si preguntas por sus hijos, todos bien, pero si lo haces por su esposo, déjame decirte que no hay esposo por el cual preguntar —las mariposas muertas en su estómago, habían resucitado como un ave fénix, podía sentirlas bailando d
Frente a ella, estaba Ricardo. Su Ricardo. Las canas lo habían hecho aún más guapo que como lo recordaba, los años le habían sentado de maravilla.—Ri… Ricardo… ¿Cómo es posible? —se llevó las manos a la boca y los ojos se le cristalizaron de inmediato.—Yo lo hice posible, si yo… por aquí… —le decía Maritza haciendo ademanes para llamar su atención.Él no articuló palabra alguna, simplemente se acercó a ella sonriendo, la tomó de los hombros y la acercó a su pecho. La rodeó completamente con sus brazos y la apretó en el más posesivo de los abrazos.—Te extrañé tanto durante estos largos años —fue lo único que le dijo.La separó ligeramente y sin más, le plantó el más hermoso y apasionado de los besos.Estaba lleno de nostalgia y añoranza, ella lo había extrañado muchísimo también.Cuando se separaron, ya estaban completamente solos. Sus amigos se habían esfumado y lo agradecían, necesitaban estar solos en ese encuentro tan especial.—¿Esto es real? —le tocaba el rostro y lo veía por
Las cosas entre Manuel y ella se habían puesto insoportables. Para su fortuna, ya no tenía por qué lidiar con él, cuando iba por los chicos ellos salían y no tenía que verle la cara. Había tratado de evitar que las cosas llegaran a este punto, solo que simplemente, él no aceptaba la realidad.Después de poner en orden su vida, se dedicó de lleno al trabajo y a sus hijos, Ya había pedido su plaza para dar clases, se había especializado en escuela secundaria y para su buena suerte, le habían dado un lugar dentro de la misma ciudad y no muy lejos de su casa.Estaba haciendo lo que realmente quería, lo que había soñado toda su vida, lo que le hubiera gustado que su esposo la apoyara y tal vez, en el mejor de los casos, aún estarían juntos.Pero era inútil ya pensar en eso. Las cosas habían sido diferentes y no le quedaba más que poner lo mejor de ella para seguir creciendo y ser feliz.Miles de cosas le recordaban a Ricardo, la música principalmente. Escuchando la radio un día al ir a su
Las palabras de Valeria, resonaban en la cabeza de su esposo. Era justo lo que temía y se estaba haciendo realidad.“¿Acaso era verdad lo que le había afirmado Valeria? ¿Él tampoco la amaba ya?” pensaba.—¿Estás segura? —quería que le dijera que no, él no lo estaba, necesitaba que se dieran una última oportunidad.—Hace mucho, estoy segura de que no te amo de la manera en la que lo hacía y no me malentiendas. Te aprecio, eres el padre de mis hijos, pero ya no es como antes, nunca dije nada porque simplemente… tenía miedo —pero ahora se sentía liberada.Sentía que le habían quitado mil pesas de encima, se sentía liviana, aun mirando que, para Manuel, las cosas eran totalmente diferentes.Pero ya había dado el primer paso y hacia atrás no daría ninguno.Ya no estaba dispuesta en pensar en los demás antes que en ella y este era el principio para hacerlo.—Una última vez, por favor —la tomó de las manos y con ojos llorosos y suplicantes le pedía aquello que, para ella, hacía mucho que hab
Último capítulo