Ben y yo llegamos al Hazard alrededor de las diez de la noche.
El Hazard era un bar sencillo pero popular. Comenzó con Happy Hour y continuó hasta casi el amanecer con bebidas, música en la máquina de discos, mesa de billar y, ocasionalmente, los fines de semana Karaoke o bandas de versiones.
La mayoría de las veces era frecuentado por personas con buenas condiciones económicas y sociales, excepto cuando un amigo decidía pagarle a alguien de fuera para que sedujera a jóvenes inocentes y les ofreciera placer hasta donde alcanzaba su vista. También podría haber ese tipo de personas, camufladas entre los de buen corazón.
- ¿Necesitas dinero, Babi? tengo para los dos. No quiero que gastes el tuyo. Invité, pagué.
- De ninguna manera. Yo tengo.
- Sé que eres duro, amigo mío.
- No mas. Vendí un blazer en el mercado negro. – parpadeé.
- Bárbara Novaes... Loco de piedra. ¿Y si Casanova quiere el abrigo?
- Ni se acordará... Que... Descalificado del infierno debe tener varios iguales.
- De los i