- ¿Mamá? María extendió sus brazos hacia mí.
Sentí mi corazón romperse en mil pedazos y fui hacia ella, siendo empujado hacia el interior de la casa. La puerta se cerró y Daniel pasó la llave.
- ¿Que haces aquí? - Le preguntó.
María Lua me siguió con los brazos hacia mí y Daniel me impedía acercarme a ella. Fue suficiente para ella comenzar a llorar con vehemencia.
Celine vino hacia mí y me entregó a la niña:
- Odio su llanto. Ella es mimada y astuta.
Cerré los ojos, oliendo su cabello entrando por mis fosas nasales. Su piel era cálida, la sangre circulaba por su cuerpo, sus mejillas sonrosadas.
Apoyó la cabeza en mi hombro y dejó de llorar inmediatamente.
- Mamá está aquí, mi amor.
- ¿Papá? Ella me miró a los ojos.
- ¡Papá también! - dije, viendo una sonrisa en su rostro, de esas que me hacían perder la cabeza y donar un riñón sin pensarlo dos veces.
Sequé las lágrimas que aún estaban en su rostro y le pregunté:
- ¿Esta con hambre?
Ella asintió afirmativamente.
- ¿Qué carajo haces aq