Claro de Luna
Claro de Luna
Por: L.C.Robledo
CAPITULO 1

Desperté. Estaba tumbada en el suelo, un suelo duro y seco. Intenté abrir los ojos para ubicarme, pero mi visión era borrosa. Poco a poco traté de incorporarme, aunque me dolía todo el cuerpo.

¿Qué había ocurrido para que apareciera en este lugar?

Intentaba recordar, pero no podía. Un profundo dolor de cabeza interrumpía mis pensamientos y no me dejaba recordar nada, como si hubiera una barrera. Sé que me llamo Kyria, pero no sé nada más. ¿Quién soy?

Cuando mis ojos se acostumbraron a la claridad, pude enfocar el lugar donde me encontraba. La nada, eso era lo que veía. A mi alrededor no había nada, solo árboles y tierra. Parecía... ¿Un bosque? ¿Montañas?

Intenté levantarme, pero mi cuerpo no reaccionaba. Tenía rasguños en los brazos y en las piernas, y algún moratón ya asomaba en mi piel. Conseguí moverme e hice fuerza con los brazos para poder levantarme, sin saber muy bien hacia dónde ir, aunque mi instinto de supervivencia me pedía protección a toda costa.

Con un paso tambaleante caminé hasta los árboles. Necesitaba un lugar fresco y tenía que beber agua. Me ardía la garganta y me sentía deshidratada.

A lo lejos se oía el murmullo de un arroyo. Intenté buscarlo y llegar a él, aunque mi cabeza no me lo ponía fácil y mi visión era cada vez más borrosa. Me caí de nuevo al suelo. No podía más. No tenía fuerzas para volver a incorporarme; mis piernas no reaccionaban y mis brazos tampoco obedecían a mi mente. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero intuía que este era mi final.

Pude ver a lo lejos una sombra de un animal enorme que se me acercaba. Era muy, muy grande. Pensé que era un oso... hasta que le escuché aullar. Aunque mi vista seguía borrosa, pude distinguir que era un lobo negro enorme, y venia corriendo hacia mí.

Cuando solo lo separaban dos metros de mí, el lobo se transformó en un hombre. Definitivamente debía de estar a las puertas de la muerte para que mi mente se imaginara algo así.

El hombre se acercó andando y me gritó:

― ¿Quién demonios eres y qué haces en mis tierras?

Cuando estuvo justo frente a mí, pude responder con un hilo de voz:

― Kyria...

Se quedo mirándome. Cerré los ojos.

Lo escuché hablar, aunque no entendí lo que decía, antes de desmayarme.

― Bienvenida a casa, lobita. Te he estado esperando durante muchas Lunas.

Me levantó en brazos y me dejó en una cama, en un lugar que no conocía. Allí se encontraba una mujer, a la que el chico le hablaba:

― ¿Crees que es ella Dante?

― Sí, Gertru, estoy seguro.

― La chica de la profecía.

Dante miraba a la mujer con el ceño fruncido; la preocupación se reflejaba en su rostro.

― Nadie puede saber que es ella. No puede salir de esta habitación. Solo lo sabremos tú y yo, Gertru. Necesitaba decírselo a alguien, y tú eres como mi madre. Además, eres la única persona del Clan que sabe lo que ocurrió y conoces la profecía. ―Mientras hablaba, acariciaba mi cabello―. Tenemos que protegerla; si no, vendrán a por ella. La matarán.

― La protegeremos, Dante, de eso puedes estar seguro. Nunca diré nada. ―La mujer también me observaba―. Pobre niña... Es muy bonita. Hacía tiempo que no veía a una niña tan hermosa como ella. Se parece tanto a Aisuru... ¿Cómo la encontraste, Dante?

― Salí a recorrer los límites porque tuve una sensación extraña. Al principio pensé que era un atacante herido, pero cuando me acerqué supe enseguida que no lo era. Pude sentirlo.

Gertru lo miraba como solo una madre cuando reconoce la mirada de su hijo.

― Dante, te conozco desde que eras un cachorro. No puedes engañarme. Veo como la miras. No me digas que, por fin, el Alfa ha encontrado a su...

Dante no la dejó terminar. Rápidamente la interrumpió:

― Deberías irte a descansar, Gertru. Yo me quedaré con ella esta noche.

― Sé que me interrumpes porque no quieres que te diga la verdad, pero está bien. Cualquier cosa, avísame. Pasa buena noche.

Gertru se marchó y Dante se quedó allí. Acercó una silla al borde de mi cama y se acomodó en ella.

- Descansa bien, lobita. Yo velaré por ti. Todo saldrá bien, te lo prometo.

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