Despierto con el murmullo lejano de muchas voces, el sonido de una melodía suave se confunde con el repicar de campanas. Miro a mi alrededor y el lugar en el que estoy es completamente desconocido. Las cortinas blancas se mesen frente a las ventanas, dándole un efecto espectral que me produce un escalofrío. Siento el sudor frío, bajarme por el costado de la cara y mi respiración se hace lenta y pesada.
Suelto el aire que retengo en los pulmones y decido salir de la habitación en la que me encuentro; sin embargo, al hacerlo, un pasillo largo y angosto marca mi camino, de algún lugar que no consigo encontrar con la mirada, se filtra la luz del sol, llenando de claridad todo el espacio. Camino, mis pisadas son indecisas, pero firmes; a mi paso las puertas aparecen como por arte de magia.
¿Estoy soñando?
No, se siente muy real.
El murmullo se hace más fuerte a medida que me acerco a no sé dónde, de pronto, una voz que conozco muy bien pronuncia mi nombre. Pero siento el dolor y la tristez