Damián Feldman.
—Vaya casualidad… yo también necesito hablar contigo —dijo ella.
Me quedé estático. La verdad es que yo no tenía nada importante que decirle; o bueno, no que le importara realmente, mi desconcierto nacía del hecho de que ella quisiera hablar conmigo. Así que intenté persuadirla.
—¿En tu oficina o en la mía?
—En la mía, pero no será hoy, Damián. Es tarde y debo irme ahora mismo. Nos vemos mañana, agenda una reunión con mi secretaria.
Bajó la cabeza en señal de despedida, apretando su cartera contra el hombro con esa elegancia suya que siempre me provocaba.
No iba a permitir que se marchara así. La tomé del brazo.
—Si eres tú quien necesita hablar conmigo, no entiendo por qué debo sacar una cita con tu secretaria.
Amelie se giró. Al hacerlo, sus ojos cayeron en mis dedos rodeando su piel. La mirada que me lanzó fue como un disparo: directa, penetrante, letal. La solté de inmediato, aunque mantuve mi postura firme.
—Tú también quieres hablar conmigo, ¿no? Entonces agend