En el reino de Louis, también había cierto revuelo, pero para nada era por lo mismo. El escándalo era gracias a la boda, donde los duques y señores de la ciudad y los pueblos leales asistirían con mucha expectativa. Lilia quería que todo saliera perfecto, necesitaba esa pulcritud en su celebración, era el centro de atención y debía lucir más bella que nunca.
La modista más costosa de todas las del reino había confeccionado su vestido blanco, con ornamentos tan finos y delicados que no eran visibles a simple vista. Tenía sutiles detalles en color rosa pastel y algunos en verde oliva en la falda, haciendo que contrastara y realzara el diseño de un modo excelente.
—¿Qué haces? —preguntó Lilia, al ver a Louis entrando sin permiso a su cuarto privado, donde tenía su guardarropa y muchas cosas privadas.
—No encuentro a mi hijo. —dijo Louis, con el rostro enrojecido por la furia. —Maldita sea, no lo encuentro por ningún lado.
—No entiendo… ¿Cómo? —Lilia se desesperó, poco faltaba para que la