Nuestra manada

Oía voces y no sabía de dónde. La oscuridad lo envolvía y todo su cuerpo se negaba a hacerle caso. Pero no le dolía anda. Solo agotamiento era lo que estaba presente. No le gustaba no saber que ocurría o que había pasado, no le gustaba no tener el control de la situación. Apenas recordaba los sucesos después de que empezara su celo.

Primero el calor, después la necesidad y el estremecimiento de su cuerpo por reclamar una hembra y sabiendo que tenía una que lo esperaba había sido peor la tortura al punto de casi perder el control. Después aquel aroma dulce que lo impulso a correr y atraparlo, para devorarlo completo. 

Un dolor en su brazo siguió después de eso y las cicatrices a causa de su propia mordida no desaparecerían

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