Mundo de ficçãoIniciar sessãoCatarine é uma mulher enigmática e poderosa, dona de uma das mais respeitadas empresas de moda feminina da cidade. Rica, influente e impecável aos olhos do mundo, ela esconde uma vida de reclusão e segredos em sua mansão isolada, onde vive com seu filho pequeno, Holly, protegido do olhar alheio por uma rígida rotina de estudos em casa e o auxílio silencioso de sua fiel babá, Anastácia. Quando Eithan, um jornalista determinado e perspicaz, surge com a proposta de uma entrevista exclusiva, Catarine acredita se tratar de mais uma oportunidade de fortalecer sua imagem pública. Mas Eithan não está ali apenas por sua reputação no mundo da moda — ele esconde sua própria identidade e carrega perguntas que podem desestabilizar tudo o que ela construiu. Enquanto os encontros entre os dois se tornam cada vez mais frequentes e intensos, uma tensão psicológica cresce, silenciosa e ameaçadora. Catarine se vê forçada a confrontar os fantasmas do passado, ao mesmo tempo em que luta para proteger o maior de todos os seus segredos: sua maternidade. Entre jogos de poder, atração e desconfiança, ambos caminham perigosamente sobre uma linha tênue, onde a verdade pode destruir não apenas vidas, mas também identidades. Um dark romance arrebatador, onde mistério, paixão e segredos se entrelaçam até o limite final.
Ler maisPor Valeria
Hacía 6 meses que trabajaba en Zalco Company cuando me llamaron de la oficina de personal, me presenté enseguida, faltaban 3 días para que se venciera mi contrato a prueba, tenía 2 opciones, quedaba efectiva o me despedían y la verdad no tenía ningún indicio de lo que podría suceder, nunca tuve ningún problema con nadie, mi trabajo era simple por lo que no tuve errores y era bien remunerado.
Me alcanzaba para alquilar un departamento con dos amigas más y comer todos los días, viajar, comprarme ropa y algunas salidas.
Tenía bastante ropa, es que para trabajar tenía que estar elegante y bastante formal.
No era la ropa que solía usar para ir a la facultad y mucho menos para salir, aunque muchas veces me quedaba trabajando hasta más tarde y entonces no podía pasar por el departamento para cambiarme, porque iba directamente del trabajo a la facultad.
Me anuncié ante la secretaría de la jefa de personal.
Estaba bastante nerviosa, no lo puedo negar, no quería quedarme sin trabajo, porque eso significaba volver a la casa de mis padres y no lo quiero hacer, no por ellos, sino porque sería ver continuamente a mi exnovio.
Vivíamos a 2 cuadras de diferencia.
Yo creía que era el amor de mi vida y que yo era el amor de la suya.
Cuando comenzamos a salir yo tenía 16 años y él 20.
Mis padres no estaban de acuerdo con que tuviera novio desde tan chica.
Decían que iba a perder mi adolescencia al lado de alguién que tal vez no merecía la pena.
Yo no entendía las razones.
El primer año todo fue color de rosas, aunque dejé de lado a mis amigas.
El segundo año fue cuando terminé la secundaria y ya no era igual que el primero.
Muchas veces él salía con sus amigos y yo no quería salir con mis amigas, ya me quedaban pocas.
Estaba siempre en casa.
Cuando tuve que ir de viaje de egresados con mis compañeros de curso, lo hice porque mis padres me obligaron, diciendo que hacía 2 años que estaban abonando el viaje y que era mucho dinero para tirar a la basura.
Ahora me arrepiento de no haber disfrutado como correspondía de ese viaje.
Cuando volví, después de 10 días de ausencia, me enteré que algunos conocidos habían visto a mi novio varias veces besándose con una chica del barrio de dudosa reputación.
No lo negó, solo me dijo que yo lo había abandonado por irme de joda y que en todo caso, él hizo lo mismo que yo estaba haciendo quien sabe con quién.
Luego me dijo que se acostó con ella algunas veces pero que no fue nada importante, que lo perdone.
Así lo hice, lo perdoné.
Comencé la facultad y a él no le gustó nada, a esa altura él siempre estaba con su grupo de amigos, incluída esa chica con la que salió cuando yo estaba de viaje.
Mis padres me hablaron durante horas para que no deje la facultad, que eran solo 4 años y tendría un título que me serviría para toda la vida, que no precisaba trabajar, que me dedique a estudiar.
Seguía saliendo con Diego, pero no estábamos nada bien.
Hacía un tiempo que lo sentía distante, cada vez salía más con sus amigos, él no estudiaba, trabajaba con su padre, no estaba mal económicamente, pero tampoco hacía nada por su futuro.
Hacía tres años y medio que salíamos cuando varias amigas y hasta mi prima, me insinuaron varias veces que él saĺia con otras chicas, yo no quería creerles y me dolía que me hablen de él.
Cuando una tarde llegó Emilia, mi mejor amiga, una de las pocas que no dejé de ver, incluso elegimos la misma carrera y estudiamos juntas.
-Tenés que abrir los ojos, Diego te engaña con dos chicas distintas.
-No te dejes llevar por lo que dicen los demás.
-Lo vi, acompañame y sácate la venda de los ojos.
-Si te referís a las chicas que suelen estar en ese grupo, solo deben ser amigos.
-Basta, lo tuyo es una costumbre o miedo y él es un hijo de puta, no podés querer a ese tipo y estoy segura que él no te quiere a vos, ni quiere a nadie.
-No es así.
-Te lo voy a decir directamente aunque te duela, dejó embarazada a una chica.
Recuerdo que me senté, porque comprendí que Emilia no me mentía.
Sentí un dolor intenso.
¿Podía ser tan hijo de puta?
¿De verdad yo no le importaba para nada?
¿Iba a ser padre?
La acompañé, caminamos unas pocas cuadras, había una plaza donde él solía pasar muchas tardes con sus amigos, como si aún fueran adolescentes que no tenían nada que hacer.
Algunos de sus amigos no trabajaban y mucho menos estudiaban.
Otros parecían drogados todo el tiempo.
Casi todos vivían tomando cervezas en esa plaza y no es que tomaban una o dos, tomaban hasta que no se podían levantar por sí mismo.
Lo vi hablándole al oído a una chica, era una morocha preciosa, alta y de buen cuerpo y vi como luego de hablarle al oído, acercó su boca a la suya y la besó descaradamente, en plena calle, o mejor dicho, en el medio de la plaza y delante de sus amigos.
Alguno me debe haber visto y le avisó, porque giró la cabeza y me miró.
Sin embargo, se volvió hacia la chica y la siguió besando.
Quise salir corriendo.
Sentí que me robó la vida.
Me traicionó nuevamente.
Quería matarlo.
Por unos instantes me quedé mirándolo.
Él la siguió besando y abrazando.
Me fui.
No quise volver a casa, fui hasta la casa de mi amiga.
Nos encerramos en su cuarto y lloré muchísimo.
No quise creer cuando todos me lo decían.
La siguió besando, delante mío, ¿Significaba que me había dejado?
Varias veces dudé seriamente de él.
Otras tantas comprobé que me mintió.
Y siempre le tenía miedo, eso no se lo confesé ni a mi mejor amiga.
Era el final de nuestra relación y lo que más me dolía, es lo estúpida que fui.
Me hubiera gustado no sentir nada.
Quería que mi corazón no sintiera nada.
Quería ser de cartón pero mi corazón que parecía de cristal, se hizo añicos.
No fui masoquista cuando acompañé a Emilia, quería demostrarle que se equivocaba, aunque en el fondo sabía perfectamente cómo era Diego.
A lo mejor, íntimamente, estaba esperando algo así para liberarme de él.
También sabía que delante de sus amigos me negaba como su novia.
Sentí morirme durante un tiempo.
La chica era bonita ¿Y qué? Yo también lo soy.
Sin embargo, sé que ella tampoco hacía nada de su vida, al igual que él.
A lo mejor se merecen.
Yo lo amé y estoy segura que si ella era como él, su amor era muy poca cosa.
Sabía que con el tiempo Diego se iba a arrepentir.
Esperaba que no me pueda olvidar.
Me entregué toda, en cuerpo y alma.
Nadie lo va a amar como yo lo amé.
Pero tengo dignidad y hasta acá llegué.
Tampoco es que él haya salido corriendo detrás mío.
No lo hizo y aunque me dolió, pero también me ayudó para saber que nuestra relación tocó fondo, que ya no existía.
Terminé de cursar ese año, él no me buscó, al menos en un principió.
Luego lo comencé a ver cuando regresaba de la facultad, parecía estar arrepentido, yo sentía que me había liberado de él, aunque mi corazón seguía herido.
Quiso recomponer lo nuestro y yo no lo iba a perdonar jamás, no tenía sentido ni siquiera intentarlo.
Me acosaba, me molestaba y hasta me amenazó algunas veces para que vuelva con él.
Nunca supe si de verdad había sido padre, tampoco me interesaba, pero sí sabía que no lo quería ver nunca más.
A eso se le sumaban las ganas que tenía yo de ser independiente.
Por lo que decidimos, con mi amiga y otra chica de la facultad, alquilar un departamento en el centro de la ciudad, cerca de la facultad y a una hora y media casi dos, de nuestras casas.
Aunque para eso teníamos que trabajar, por otro lado, evitamos viajar varias horas por día.
Los fines de semana, algunos, íbamos a la casa de nuestros padres.
Yo estaba bien hasta que lo veía, por lo que trataba de no salir cuando estaba en la casa de mis padres.
Era más indignación lo que sentía que otra cosa.
-Valeria Ocampo.
Me sacan de mis pensamientos.
Necesitaba ese trabajo.
Entré ansiosa a la oficina de personal.
-Buenos días.
-Siéntate por favor, Valeria.
Así lo hice.
La miré expectante.
-Veo que te falta medio año para que te recibas de licenciada en administración de empresas y que dominás dos idiomas.
-Sí señora, hablo y escribo inglés e italiano y me defiendo un poco con francés.
-¿Estarías dispuesta a aprender chino?
-Sí, tengo facilidad para aprender y me encantan los idiomas, solo que en este momento no cuento con los medios económicos ni con el tiempo para hacerlo.
Me sonríe y cambia de tema.
-Se termina tu contrato en 3 días, sin embargo, dado tu compromiso laboral, te ofrezco un puesto fijo.
Sonreí.
-Aunque no es tan fácil.
-Dígame.
Se me fueron las ilusiones por el retrete.
-El señor Alejandro Zalco necesita una asistente personal en forma inmediata, es decir, una secretaria, asistente o como quieras decirle, el tema es que tendrías que estar dispuesta a viajar con él y estudiar chino, la empresa te abona el curso, puede ser los días sábados y no sé como harías con las materias que cursás, cuando tengas que viajar.
-Si se complica con alguna materia, puedo terminar de cursar en febrero.
La mujer me sonríe, es agradable, pese a su fama de bruja.
O silêncio da mansão era denso, feito de camadas invisíveis que se sobrepunham, abafando sons, pensamentos e até emoções.Catarine descia as escadas lentamente, os saltos dos sapatos mal tocando o chão de mármore polido. Sabia que, a qualquer momento, o celular vibraria com uma nova mensagem de Eithan, o homem que, apesar de sua educação impecável e charme calculado, a observava como quem espera uma falha, um deslize.Naquela manhã, Holly piorara. A febre voltara com força e Anastácia passara a noite ao lado dele, administrando os remédios, controlando a temperatura, garantindo que o pequeno não emitisse nenhum som que pudesse ser captado por quem não devia.Catarine entrou no quarto do filho e o encontrou adormecido, as bochechas queimando em contraste com a palidez do restante do rosto.— Como ele está? — perguntou, sussurrando.Anastácia suspirou, ajeitando a manta.— Estável… por enquanto.Catarine assentiu, comprimindo os lábios numa linha tensa. Não podia permitir que o estado d
Os dias que se seguiram à entrevista na mansão foram marcados por uma inquietação que Eithan não conseguia nomear. Algo na maneira como Catarine conduzia suas respostas, no modo como seus olhos vacilavam por frações de segundo, despertava nele uma suspeita surda, incômoda, como um fio de seda que se enroscava lentamente ao redor do pescoço.No entanto, não havia prova concreta, apenas a sensação de que aquela mulher — tão perfeita, tão inatingível — escondia algo bem maior do que deixava transparecer.Eithan voltou a procurá-la sob o pretexto de concluir a série de entrevistas que, supostamente, comporiam um extenso perfil para a revista internacional de negócios. A proposta foi recebida com a mesma frieza elegante de sempre.— Claro, senhor Eithan… — respondera ela ao telefone, com aquela voz aveludada e distante. — Agende com minha assistente.No escritório da Maison Noir, a empresa de moda que comandava com mão firme, Catarine era a imagem perfeita do poder e da sofisticação. Os fu
O portão de ferro forjado se abriu lentamente, emitindo um rangido agudo que se perdeu na imensidão do jardim coberto pela névoa. Eithan caminhou sem pressa pela alameda de pedras, enquanto os galhos retorcidos das árvores pareciam observá-lo em silêncio. A mansão surgia à sua frente como uma entidade viva — imponente, fria, de janelas altas e opacas.A porta principal foi aberta por Anastácia, sempre discreta, que o conduziu até o hall principal sem sequer fitá-lo nos olhos. O aroma discreto de jasmim pairava no ar, misturando-se ao perfume adocicado da madeira envelhecida.Catarine aguardava no centro da escadaria, vestida de preto, como sempre, o tecido escorrendo como sombras ao redor de sua silhueta.— Eithan… — saudou, com um sorriso contido. — Que bom que pôde vir.Ele inclinou levemente a cabeça, os olhos percorrendo os detalhes do ambiente: tapeçarias antigas, um lustre de cristal opaco, e o reflexo tênue da luz natural que mal conseguia atravessar as cortinas pesadas.— Obri
A manhã desabrochava em tons acinzentados sobre a cidade, filtrando-se através das cortinas de linho do escritório de Catarine, no topo da imponente sede de sua empresa.O vidro refletia não apenas o céu opaco, mas também a mulher à frente dele — uma silhueta perfeita, erguida com a mesma rigidez das paredes de mármore ao redor.Catarine terminava de assinar um contrato quando a secretária bateu suavemente à porta.— Seu compromisso das dez está aqui.Ela nem ergueu o olhar.— Mande entrar.A assinatura deslizou firme pela folha, enquanto o coração, lá no fundo, pulsava naquele ritmo controlado e inalterável de quem dominava não só os negócios, mas também os próprios impulsos.Quando levantou a cabeça, viu-o atravessando a porta com passos seguros.O homem da entrevista.O repórter.Ou, pelo menos, era assim que se apresentava.Eithan.A barba levemente por fazer, o olhar cínico escondido atrás de uma expressão afável e estudada, as mãos enfiadas nos bolsos do sobretudo negro.Ele pa
O relógio antigo na parede marcava três da manhã quando Catarine abriu a porta do quarto de Holly.A penumbra azulada invadia o espaço através das cortinas semiabertas, deixando riscas pálidas sobre o chão de madeira escura.Ela parou à soleira, silenciosa, ouvindo a respiração irregular do menino, misturada a pequenos gemidos que rasgavam o ar abafado do quarto.O corpo miúdo estava encolhido sob o cobertor grosso, os cabelos dourados grudados à testa úmida.Um calafrio atravessou a espinha de Catarine.— Holly… — sussurrou, cruzando o quarto com passos leves, quase sem tocar o chão.Sentou-se na beira da cama e afastou com delicadeza os fios de cabelo molhados, pousando a palma fria sobre a testa quente do filho.Fazia horas que a febre não cedia.Inspirou fundo, lutando contra o pânico silencioso que ameaçava subir pela garganta.Não podia chamar um médico.Nunca podia.Afastou esse pensamento e puxou o cobertor até o queixo de Holly, como se aquele gesto fosse capaz de protegê-lo
O relógio antigo marcava dez horas em ponto quando a secretária anunciou a chegada do repórter.Catarine Vasquez permaneceu sentada, imóvel em sua cadeira de couro negro, encarando a cidade pela parede de vidro que dominava o escritório.Lá fora, a chuva fina caía sobre a arquitetura fria e metálica, borrando as luzes de neon e as vitrines impecáveis das marcas que ela, agora, superava com facilidade.Ela fechou lentamente a tela do notebook e ajeitou a lapela do blazer. O reflexo na vidraça devolveu-lhe a imagem que havia esculpido ao longo dos anos: a de uma mulher intocável.- Pode mandar entrar - disse, sem se virar.Ouviu a porta se abrir com suavidade e o som dos passos firmes que cruzavam o piso de mármore.Virou-se apenas quando sentiu que ele já estava suficientemente próximo.Um homem alto, magro, vestindo um sobretudo escuro, de feições marcadas, barba bem aparada. Olhos cinzentos, frios, mas disfarçados por um sorriso discreto e educado.Ele estendeu a mão.- Senhorita Vas
Último capítulo