Mundo ficciónIniciar sesiónDespués de eso, se fueron a comer pizza.
Melany le preguntó a su hermana: —¿Y cuándo piensas comprar tu moto?Ella le respondió:
—Todavía no, porque si compro la moto nos quedamos sin dinero para invertir, y mi idea es abrir nuestra propia tienda el próximo mes.Kelaya continuó explicándole:
—Este mes veremos cómo nos va con las ventas en las redes sociales y si todo sale bien, arrendaremos un local. Además, quiero que empieces a pensar en un nombre bien bonito para la tienda.Melany se emocionó mucho con la idea y le preguntó:
—¿Y cuándo coloquemos la tienda, renunciarás a tu trabajo, cierto?A lo que Kelaya le respondió:
—Esa es la idea, pero primero veamos qué pasa con las ventas este mes. Si vemos que se nos duplican, podríamos trabajar las dos en la tienda.Melany, muy feliz, le preguntó:
—¿Te imaginas lo felices que seríamos con eso?Kelaya la miró con ternura y le dijo:
—Como te falta solo un mes para graduarte de la secundaria y el próximo año entrarás a la universidad, si nos va bien con este negocio, tú te encargarías de las cuentas. Ya que quiero que estudies en el día, porque no puedo pagarte una universidad privada, así como querían nuestros padres. Pero al menos que tus estudios sean diurnos, puesto que eres muy buena con los números. Y yo me encargaré del resto durante el día, y cerraremos a las seis de la tarde para que pueda irme a la universidad.Melany exclamó:
—¡No! Podemos cerrar más tarde. A las cinco y media yo saldría de la universidad y te reemplazaría, así podríamos cerrar a las ocho o nueve de la noche. De esa forma no perderíamos esas dos horas, que son justo cuando la gente que trabaja tiene tiempo para comprar algo.Kelaya asintió, y ambas estuvieron de acuerdo con la idea.
Melany, entusiasmada, le dijo:
—Ya verás que nos irá mejor que antes.Mientras comían su pizza, comenzaron a planear todo lo que harían si lograban abrir su propia tienda.
Al día siguiente, como Kelaya estaba de vacaciones en la universidad, le tocaba trabajar turnos de noche hasta su regreso. Ambas, muy emocionadas al ver que había llegado surtido nuevo, comenzaron a subir todo a sus redes y a promocionarlo con entusiasmo.
Cuando llegó la hora de irse al trabajo, Kelaya le pidió a su hermana que se encargara del resto y salió rumbo a su turno. Sin embargo, en el camino fue víctima de un robo, pues los ladrones le arrebataron su teléfono móvil.
Aquel golpe la dejó con una nueva deuda, ya que apenas llevaba un mes pagándolo a cuotas. En ese momento, pensó con frustración que siempre que las cosas parecían mejorar, surgía algún contratiempo que frenaba sus planes. Ahora tendría que conseguir otro teléfono, y no sabía si le permitirían pagarlo nuevamente a crédito o si tendría que hacerlo al contado, lo que desajustaría por completo sus finanzas, para comenzar con su negocio.
Pero luego le dio gracias a Dios, porque a ella no le había pasado nada malo. Apenas llegó a su trabajo, llamó a su hermana para contarle lo sucedido, por si la llamaba y no le contestaba, no se preocupara por ella.
En todo ese tiempo que había transcurrido desde que llegaron a la ciudad, ambas se habían dado cuenta de que sus padres nunca las habían abandonado, y que, de alguna forma, siempre estaban con ellas, ayudándolas en todo.Al día siguiente, fue a su operador telefónico y le informaron que no podía sacar otro teléfono a cuota, ya que el anterior aún no lo había terminado de pagar y apenas estaba comenzando a construir su experiencia crediticia.
Después, Kelaya preguntó por el precio del teléfono más económico que tuvieran, aclarando que necesitaba uno con el que pudiera hacer sus transacciones, manejar sus redes sociales y algunas cosas más, pues su celular era esencial para muchas de sus actividades. Sin embargo, los precios que le mencionó el asesor la dejaron algo estresada, ya que tendría que sacar un millón de pesos del dinero que tenían ahorrado para su negocio. Aun así, decidió comprarlo, porque lo necesitaba con urgencia.Pero no se desanimó. Solo se dijo a sí misma: “Tranquila, Kelaya, esto es solo un tropezón en el camino. Te irá bien en tu negocio. No importa lo que pase de ahora en adelante, ten fe, todo saldrá bien.”
En ese momento, pensó en lo injusto que era que los ladrones no tuvieran conciencia, que no se detuvieran a pensar en todo el sacrificio que una persona hace para conseguir algo con tanto esfuerzo, solo para que ellos se lo arrebaten así, sin más.
Lo peor de todo era que, al final, a ella solo le había quedado la deuda por pagar, que injusto era todo esto.Después de dos meses, se dieron cuenta de que las publicidades que habían pagado en redes sociales realmente habían funcionado, tanto así que el apartamento estaba lleno de pedidos listos para enviar a sus clientes en todo el país.
Pasaron algunos meses más y, finalmente, Kelaya y su hermana inauguraron su primera tienda de accesorios. Ambas estaban inmensamente felices por aquel logro, el primero grande desde la muerte de sus padres.Mientras Kelaya celebraba su pequeño triunfo, Alejandro lloraba lágrimas de sangre por el secuestro de su esposa y su hijo por nacer. Puesto que llevaban una semana secuestrados y los secuestradores solo habían llamado una vez, exigiendo una suma de dinero exagerada. Él había aceptado pagarla, pero explicó que necesitaba más tiempo para reunirla, pues debía solicitar una aprobación bancaria para retirar tanto dinero, y ese proceso tomaba varios días.
Los secuestradores, quienes pertenecían al mismo grupo armado al margen de la ley que había asesinado a los padres de Kelaya, aceptaron darle tiempo hasta el día siguiente.
Alejandro, angustiado, les pidió hablar con su esposa para asegurarse de que estuviera bien. Le pasaron el teléfono a Celeste, y lo primero que él le dijo fue: —Tranquila, cariño, mañana volveremos a estar juntos. Antes de despedirse, le pidió que cuidara mucho de su pequeño.Sin embargo, los secuestradores le arrebataron el teléfono de las manos a Celeste, molestos porque se estaba demorando demasiado en la llamada. Uno de ellos volvió a tomar la línea y, con voz fría, le advirtió a Alejandro que no se atreviera a involucrar a la policía, o su mujer pagaría las consecuencias.
Alejandro aceptó de inmediato y les aseguró que haría exactamente lo que ellos le pedían. Después de colgar la llamada, se comunicó con su banco para retirar la enorme suma de dinero.
El dueño del banco, que además era su amigo, lo atendió de inmediato y personalmente. Sin embargo, al ver la cantidad que deseaba retirar, le dijo con tono serio:
—No quiero entrometerme en tus asuntos, pero sabes que en otros bancos te harían muchas preguntas por sacar tanto dinero en efectivo. ¿Para qué lo necesitas? Luego añadió: —Si tienes algún problema, dímelo. Tal vez pueda ayudarte.Alejandro guardó silencio unos segundos, hasta que finalmente decidió contarle todo lo que estaba ocurriendo. Su amigo, al escucharlo, se negó rotundamente a mantener el caso fuera del conocimiento de las autoridades.
—Enseguida le dijo: Alejandro, lo más prudente es avisar a la policía. Ya que no tienes garantía de que, después de entregarles el dinero, ellos vayan a liberar a tu esposa.Alejandro, después de reflexionarlo por un rato, comprendió que su amigo tenía razón. Así que aceptó su consejo y dieron aviso a la policía. De inmediato, los agentes se instalaron en su casa para intervenir las líneas telefónicas y poder rastrear cualquier llamada.
Sin embargo, parecía como si los secuestradores supieran cada uno de sus movimientos, e incluso que él había alertado a las autoridades. Puesto que al día siguiente, cuando debían comunicarse nuevamente para coordinar la entrega del dinero, no lo hicieron y con cada hora que pasaba, la angustia de Alejandro crecía, temiendo cada vez más por el destino de su esposa y del hijo que ella llevaba en su vientre.






