Início / Romance / Casualidad o Destino / Capítulo 3. Nuestra primera tienda
Capítulo 3. Nuestra primera tienda

Al mes siguiente, Melany había comprado mucha más comida que ella, ya que desde un principio Kelaya le había dado todo el sueldo para que lo distribuyera mejor, y así lo hizo. Esta vez, Melany fue la encargada de comprar todo lo que iban a comer durante el mes.

Melany estaba tan emocionada por su logro que le dijo:

—Si seguimos con este mismo método, podemos ahorrar algo de dinero mes a mes y comer mejor.

Kelaya estuvo totalmente de acuerdo. Nunca imaginó que su hermanita menor sería quien le enseñara cómo administrar el dinero para que alcanzara. Hasta en las compras, Melany lograba conseguir mejores precios que ella. Kelaya definitivamente estaba muy orgullosa de su hermana.

Melany le dijo con entusiasmo:

—Esta vez estuvo mejor, ya que ahorraremos más y podemos ir a comer en la calle, aunque sea una vez al mes. Así podremos salir a disfrutar algo bueno, como lo hacíamos cuando nuestros padres estaban vivos. ¿Qué te parece?

Preguntó con sus ojitos llenos de emoción por la idea.

Kelaya estuvo de acuerdo y se dio cuenta de que, si seguían ahorrando de esa manera, podría reunir suficiente dinero para comprar una moto y así no andar corriendo ni llegar tarde a la universidad o al trabajo como lo hacía casi siempre.

Ella miró a su hermana, con una sonrisa, mientras le decía:

—Para el próximo mes, saca una parte del sueldo para ahorrar y poder comprar una moto. Así no llegaré tarde a la universidad después de salir del trabajo.

Melany abrió los ojos sorprendida y exclamó:

—¡Por qué no se me había ocurrido esa idea antes!

Luego añadió decidida:

—Comenzaremos a ahorrar para la moto desde este mes.

Acto seguido, tomó una parte del dinero que habían destinado para sus ahorros y se la entregó a su hermana, para empezar a guardar lo necesario para comprar la moto de Kelaya.

Después de ocho largos meses desde que habían llegado a esa ciudad, Kelaya se había enamorado de una pulsera que había visto por internet. Estuvo investigando los precios y descubrió que, si compraba una sola unidad, le saldría muy caro. Sin embargo, si adquiría un mínimo de seis, el costo sería mucho menor.

Así que tomó la decisión de comprarlas, regalarle una a su hermana y vender las demás.

Lo que no imaginó fue que le iría tan bien con las ventas, puesto que casi todas sus compañeras de trabajo comenzaron a hacerle pedidos.

Al notar que aquello podía convertirse en una oportunidad para ganar un dinero extra, invirtió el dinero que tenía ahorrado para la moto en su pequeño negocio. Luego le contó a su hermana su idea y le dijo que la moto tendría que esperar un poco más.

Melany estuvo completamente de acuerdo. Comenzó a hacer cuentas y, emocionada, le dijo:

—Yo también te ayudaré a venderlas en mi colegio y con las vecinas. Además, podemos publicarlas en nuestras redes sociales para que más personas las vean.

Kelaya estuvo de acuerdo con la idea y dijo:

—Eso mismo había pensado hacer, pero no quiero que descuides tus estudios por estar ayudándome con esto.

Melany le respondió con una sonrisa:

—Te prometo que lo primero que haré será mis tareas, estudiar y, en mi tiempo libre, les mostraré los accesorios a mis vecinos. También lo haré en el colegio, pero solo en la hora del receso y cuando no tenga nada importante que hacer.

Kelaya aceptó la propuesta de su hermana, pues sabía muy bien que, si le decía que no, Melany se enojaría alegando que también quería ayudar con algo en la casa.

Luego de pensarlo por un momento, Kelaya le dijo con voz suave:

—Melany, quiero que entiendas algo, y no quiero que te sientas obligada a ayudar en la casa. Déjame decirte que lo que tú haces ya es más que suficiente.

La miró a los ojos y continuó con sinceridad:

—A veces pienso que tú haces más que yo, que soy la mayor.

Melany se quedó mirándola, porque nunca había creído que hacía más que su hermana, quien trabajaba todo el día y en la noche le tocaba asistir a la universidad.

Kelaya, al verla tan callada, comenzó a enumerar una por una las cosas que su hermana hacía en el hogar, para luego concluir con serenidad:

—¿Tú crees que si no fuera por tu método de distribuir el dinero podríamos sobrevivir con lo que yo gano? Debes entender que tú haces más que yo.

Melany, al escucharla, comprendió que su hermana pensaba muy bien de ella. Ni siquiera ella misma había visto las cosas como Kelaya se lo acababa de explicar.

Al rato le respondió con una sonrisa:

—Solo quiero ayudarte a vender los accesorios porque me gusta mucho la idea. Igual, gracias por tenerme en tan alta estima. Me encanta que me digan que las cosas que hago son importantes.

Kelaya se había olvidado de lo presumida que podía ser su hermana; solo rió con ternura y dijo:

—No siendo más, comencemos nuestro negocio, y que sea la bendición de Dios la que nos ayude en todo.

Luego reflexionó en silencio: Mi querida moto, te toca esperar un poco más para poder estar conmigo.

Aunque estaba decidida a comprarla antes de que terminara el semestre, pero había invertido todo lo que tenía ahorrado en su nuevo emprendimiento, sin saber cuándo podría adquirir su tan esperada moto.

Después de unos cuantos meses vendiendo sus accesorios, se habían dado cuenta de que estos tenían muy buena acogida entre las personas que les compraban. Pues cada día les llegaban más pedidos, tanto así que varios clientes les pidieron que extendieran el horario de atención.

En respuesta a esa petición, decidieron trabajar también los sábados y domingos, aunque esos días solo atendían a las personas que vivían cerca de su barrio.

Las dos hermanas estaban felices con el éxito de sus ventas. Incluso, sus compañeras comenzaron a publicar los accesorios en sus redes sociales para ayudarlas a vender.

Con el tiempo, Kelaya notó que debían crear una página exclusiva para sus productos y así poder ofrecerlos a todo el país. Trabajó en ello y, cuando la tuvo lista, se la mostró a su hermana diciendo:

—Quiero que comencemos a pagar publicidad para ver cómo nos va. Si tiene buena acogida, podríamos abrir nuestra primera tienda con marca propia también.

Kelaya le dijo a su hermana:

—A partir de ahora, en las tardes, después de que hagas tus tareas, te encargarás de estar pendiente de esta página y de los pedidos que nos lleguen por aquí.

Ella se había dado cuenta que, desde que habían llegado a esa ciudad, no habían salido a ningún lugar juntas. Al principio era porque el dinero no les alcanzaba, y ahora que les iba bien con las ventas de los accesorios, era porque siempre estaban ocupadas.

Kelaya se prometió a sí misma que, el próximo fin de semana, sacaría medio día para llevar a su hermana a distraerse un poco. Y así lo hizo. Cuando llegó el fin de semana, se fueron juntas a un centro comercial donde compraron algunas cosas que ambas necesitaban, para luego visitar la Plaza de Botero.

Fue en ese momento cuando Kelaya se dio cuenta de que era la primera vez que su hermana conocía la plaza, pues Melany le dio las gracias por traerla por primera vez. Luego le dijo:

—Sabes, tenía rato queriendo venir a conocer este lugar.

Kelaya se había quedado atónita, pues la había traído a ese lugar porque no cobraban entrada y las cosas eran más baratas que en el centro comercial al que habían ido antes. Como quería ahorrar un poco, nunca imaginó que aquel sitio era el primero en la lista de su hermana para conocer desde que se habían mudado a Medellín.

Quiso explicarle, pero al ver a Melany emocionada tomándose fotos en cada una de las esculturas exhibidas en la plaza, decidió no decir nada y dejarla disfrutar del momento.

Después, Kelaya le pidió disculpas a su hermana por no haber pensado en ella, reconociendo que se había enfocado tanto en ganar dinero y en que no les faltara nada material, que había olvidado esos pequeños detalles que también eran importantes.

Melany le dijo:

—No te preocupes, yo lo entiendo. Igual que tú, también pensé en lo mismo, porque sinceramente no quiero volver a pasar por un momento en que me toque aguantar hambre. Te juro que no lo soportaría más. Solo de pensar que hubo un tiempo en que comíamos una sola vez al día porque no nos alcanzaba para más, se me eriza la piel, enseguida le mostraba el brazo.

Kelaya la miró y le respondió:

—A partir de hoy, solo trabajaremos los domingos hasta el mediodía, para que en la tarde la tomemos como nuestra salida semanal y conozcamos la ciudad juntas.

Melany sonrió y le dijo:

—Está bien… y quiero darte las gracias por todo lo que hiciste estos meses para que no pasáramos hambre.

Ambas se abrazaron con lágrimas en los ojos.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App