Julie pasó la tarde recostada, dándole a su pierna el descanso que no había permitido. El vendaje la incomodaba, pero al menos podía moverse con más soltura. A diferencia de Sean, cuya jornada fue absorbida por juntas y llamadas sin fin, ella había decidido conservar energía. Sabía que esa noche no era cualquier noche. Y cuando Sean cruzó el umbral de la suite con una bolsa de tela satinada en la mano, ella lo intuyó.
—¿Otra vez con esto? —preguntó, divertida pero cautelosa.
Sean se acercó sin responder de inmediato. Abrió la bolsa con cuidado y, sobre la cama, colocó un vestido verde jade. Corto, de tela fluida y con una caída impecable que sugería elegancia sin exageración. El escote era discreto, con un diseño entre cruzado que resaltaba el cuello sin comprometerlo. La parte trasera tenía una abertura suave en la espalda, coronada con una lazada fina. Junto al vestido, dispuso unos zapatos bajos, diseñados a medida para disimular la incomodidad de la pierna lastimada, con un sopo