El día había terminado como suelen terminar los días cargados de objetivos: con carpetas cerradas a medias, pantallas apagadas con lentitud, y una tensión que no venía del trabajo, sino de lo que se había acumulado entre silencios personales.
Julie salió del área de coordinación con Matías y Emily a ambos lados. Aunque había intentado mantener la jornada enfocada solo en el cronograma y las gestiones técnicas, el peso del encuentro que tendría mañana con Hugo Fortner y su esposa la obligaba a prepararse en más niveles de los que quisiera reconocer.
Al girar por el pasillo que conectaba con los ascensores, lo vio.
Sean estaba parado, revisando su teléfono, aún con la camisa arremangada. Al levantar la vista, se encontró directamente con ellos.
—Emily, Matías —saludó, sereno.
—Buenas tardes, Sean —respondió Emily con cortesía.
—Castelli —agregó Matías, más parco pero sin hostilidad.
Julie no respondió. Desvió apenas la mirada, pero no dio marcha atrás. Sabía que, tarde o te