Julie apretó los dientes y llamó a la puerta del despacho de Sean. Él la había mandado llamar.
¡Qué cara más dura! Si su ascenso no fuera tan importante, le habría dicho exactamente dónde podía meterse aquel “llamamiento”.
Pero no. Ese ascenso era su prioridad absoluta. La razón por la que estaba allí. Por eso estaba decidida a mantener una sonrisa en los labios y a refrenar su curiosidad, por mucho que quisiera saber cómo el chico rebelde de la plantación se había convertido en un magnate hotelero con presencia internacional.
Le molestaba el modo en que había jugado con ella, como si todo fuera un gran espectáculo. Revelarle que era dueño del hotel como si fuera un truco de magia. Como si necesitara impresionarla.
Bien. Pues al diablo con él. Y con sus hoteles de lujo.
Al menos, esta vez venía preparada. Después de su breve encuentro en el bar, había regresado a su habitación y hecho una rápida búsqueda en internet sobre la cadena Phant-A-Sea. Lo que encontró la dejó sin palabras.
Lo