Valentina se queda frente a él, con las manos temblorosas. Respira hondo, intentando calmarse, pero el nudo en el estómago le recuerda que no puede evitar lo que está haciendo.

—Mírame —susurra Alejandro, con voz grave y firme—. Quiero que me veas.

Ella traga saliva y levanta lentamente la vista, encontrándose con sus ojos. El contacto visual la hace vacilar un instante, pero no puede apartar la mirada.

Sus dedos alcanzan el broche del pantalón, y él deja escapar un leve suspiro, casi imperceptible, mientras ella lo desabrocha. Cada movimiento hace que su respiración se vuelva más intensa, y Valentina siente cómo el calor de su cuerpo se mezcla con la tensión de la situación.

Ella aprieta los labios, intentando concentrarse en la acción, aunque cada pequeño gesto suyo la deja más consciente de la cercanía entre ambos. Alejandro la observa, disfrutando de cómo ella se muestra nerviosa y vulnerable, mientras él mantiene el control, sin apartar la mirada de sus ojos.

El silencio de la ha