52: Al Día Siguiente... el Arrepentimiento
El sol se filtraba por las cortinas de la habitación con una suavidad engañosa. Todo parecía tranquilo, pero mi cuerpo seguía vibrando con el recuerdo de la noche anterior.
Me incorporé lentamente, sintiendo aún el ardor en mis muslos, la sensación de su piel contra la mía grabada en mi memoria como una maldita cicatriz dulce. Me envolví en una sábana y dejé escapar un suspiro largo.
—No fue nada —murmuré para mí misma—. Solo una explosión de tensión. Algo inevitable. Un error.
Lo dije en voz alta, pero ni siquiera yo lo creía.
Caminé hasta el baño, intentando evitar mirar mi reflejo, pero ahí estaba. Mi piel marcada con sus besos, mis labios aún hinchados, mi cuello con huellas que contaban una historia de placer.
Me lavé el rostro con agua fría, intentando calmarme. Mi mente no dejaba de girar: no usamos protección.
Toqué mi vientre con una mezcla de miedo y confusión. No sabía si era paranoia o intuición, pero un escalofrío me recorrió.
—No puede pasar nada —susurré—. Una vez no ba