Casi dos horas después Gerald empezó a recobrar el conocimiento, al abrir sus ojos lo primero que hizo fue preguntar por su mujer, aunque no recordaba lo sucedido en el hotel.
—Tranquilo —le dijo una enfermera, al verlo tan alterado—, cálmese, vamos a avisar a sus familiares.
Enseguida la chica salió y avisó a Helena que Gerald había despertado. Ella de inmediato se puso de pies, miró a Connor con angustia, pues no sabía cómo decirle lo de Myriam. La mujer inhaló profundo, y se armó de valor, apoyada en el brazo de su abogado, entró a la habitación.
—¡Hijo! —exclamó con la voz entrecortada, se aproximó a él y lo abrazó. —¿Cómo te sientes? —cuestionó.
Gerald recibió con agrado el gesto de cariño de su madre.
—Me siento algo confundido, mareado, tengo mucha sed, ¿en dónde está Myriam? —indagó con angustia. —¿Por qué no está con ustedes? —investigó.
Helena deglutió la saliva con dificultad. Le acarició la mejilla.
—Fueron víctimas de un atentado —comentó carraspeando—, te